domingo, 25 de septiembre de 2011

Thèramon. El origen (IV). El heredero del reino del crepúsculo

Queridos compañeros de viaje:
Tras dos largas semanas de silencio, vuelvo a vosotros con una nueva entrega de lo que algunos han definido como Blog Novela, expresión que al principio me extrañó y me sorprendió a partes iguales, pero que empieza a parecerme apropiada. Pues de momento parece que he dejado de lado las otras Historias de Thèramon para centrarme en ésta, la que narra los acontecimientos que provocaron la creación de Thèramon. ¡Y yo que pensaba haceros una especie de resumen, en forma de relato, eso sí, y estoy consiguiendo escribir lo que podría ser una novela por sí misma!
Esto del copiar y pegar no está resultando una tarea sencilla. Ni siquiera se trata de copiar y pegar, literalmente hablando, ya os he comentado que estoy haciendo un trabajo de compilación y reescritura, y me está llevando más tiempo del que me gustaría. Cada párrafo ya existente me sugiere otros nuevos, la historia que ya tenía vida se va transformando en una historia más completa y más compleja aún, y descubro a los personajes a los que tan bien conozco haciendo cosas que antes de este año ni siquiera habría imaginado. Pero todo tiene sentido, cuando termino de leer el último capítulo que voy a subir al blog y echo un vistazo a mis escasas notas. La segunda Era de Thèramon se llama la Era de Oreal. Y ahora comprendo más cosas.
Quiero agradecer a todos los que dejáis vuestros comentarios y opiniones, tanto aquí como en la página de facebook, vuestras sugerencias son como semillas que entre todos vamos plantando en la superficie de Thèramon, y me encanta comprobar que están floreciendo y dando sus frutos. Sin vosotros, sería más difícil hacer este viaje.
Gracias a Jordi por sus aportaciones; compañero, tienes una imaginación asombrosa, y yo el favor de los dioses al contar con tu ayuda y tu inspiración. Thèramon te ama, y te debe más de lo que puedes llegar a imaginar. Gracias por dedicarme fragmentos de tu tiempo, y espero que Oreal esté a la altura de la idea que tuviste a bien compartir conmigo y con mis Musas.
Gracias en especial a Susana y a su blog Fantastic Wonderland, por el vídeo-blog que nos ha dedicado a Thèramon y a mí. No dejas de sorprenderme, prima, y ni con todo mi afecto puedo pagar lo muchísimo que haces por mí. No sé si lo merezco, pero lo agradezco, tenlo por seguro.
—Y ahora, Bea, deja de ponerte ñoña y da paso al capítulo, antes de que se te duerma el personal.
—Disculpadme, Musas, no era mi intención robaros protagonismo. Sea, pues, mostremos al mundo vuestro trabajo. Y que el mundo opine.

© Bea Magaña
(Reservados todos los derechos)

EL HEREDERO DEL REINO DEL CREPÚSCULO

"Pero las primeras estrellas no habían nacido todavía, y aún tardarían en aparecer, pues no era su destino ser creadas, sino que habrían de surgir del dolor y de la pérdida; y los heryshi que moraban en Wad Ras no conocían tales sentimientos, del mismo modo que ignoraban lo que era el miedo, pues nunca habían visto otra cosa que vida y belleza, ni sentían más que amor y deseos de crear. Tan sólo Ergin e Itposani sabían de la futura amenaza que se cernía sobre su mundo, sólo ellos dos tenían conciencia de la existencia del enemigo sin rostro al que la Diosa Hechicera había entrevisto en sus sueños proféticos; y como no estaban seguros de que esos sueños fueran a cumplirse, habían decidido no compartir su secreto con los demás, pues no tenían motivos reales para provocar la alarma, ni deseaban ver alterada la paz y la dicha de la cual se nutrían.
      Wad Ras era un mundo tan perfecto y tan lleno de poder y de vida que brillaba con luz propia, y no importaba el momento que fuese, en su superficie nunca existía la oscuridad. Las flores, los árboles, las rocas mismas emitían un suave resplandor que se intensificaba al contacto de las manos de los Sagrados; las aguas parecían estar hechas de miles de diamantes, como si reflejaran la luz de una luna que nadie había soñado todavía; incluso la tierra se iluminaba al paso de los dioses, mostrando así su regocijo. Por no hablar del laberinto que Enlil había diseñado pensando en sus futuros hijos, donde las bellas y delicadas flores coloreaban los setos entre los que zumbaban las luciérnagas, y cada estatua relucía como si estuviera viva, tallada en mármol, en jaspe, en cristal de cuarzo, en oro y plata, en lapislázuli y topacio, en granate, en amatista, y acabadas todas ellas con el toque especial del heryshi que las había imaginado y cincelado.
      Pero era el Palacio Encantado de los Dioses la más bella y radiante de todas las creaciones de Ergin y de Enlil, hecho enteramente de marfil y de cristal, imponente y soberbio, majestuoso, una auténtica fortaleza tan maravillosamente decorada que resultaba una delicia para la vista; cada torre, cada balaustrada, cada cúpula, cada puente era por sí solo una obra de arte, tan delicada que parecía ir a romperse en pedazos al más mínimo toque. Pero recia, indestructible, porque el poder de los heryshi que habitaban en su interior había impregnado cada centímetro de su superficie. Y como era allí donde se concentraba todo el poder de los dioses, era su resplandor el más intenso, y el que nunca se apagaba, y de este modo Wad Ras era un mundo cálido y luminoso en el que no se lamentaba la ausencia de un sol en las alturas.
      Pero si uno miraba hacia los cielos, no veía más que negrura; si acaso, forzando la vista y mirando muy a lo lejos, se llegaba a distinguir un tenue brillo solitario, que delataba la existencia de otro mundo habitado por Sagrados, inalcanzable incluso para el pensamiento. Wad Ras existía en un crepúsculo continuo, y no había diferencias entre el día y la noche, pues los eternos no se preocupan por tales cosas.
      ¿Quién puede echar de menos lo que nunca ha conocido? ¿Quién necesita un sol que ilumine su camino, cuando el camino se ilumina a su paso? ¿Quién siente el impulso de mirar al cielo, cuando toda la belleza imaginable se encuentra a su alrededor?
       Si acaso aquéllos que sólo han conocido la oscuridad, pues es la sustancia de la que están hechos, y han aprendido a odiarla, porque tampoco son capaces de sentir otra cosa que odio. Aquéllos que, como Nepritel, habían percibido un atisbo de la Luz que podía llegar a existir, y se habían sentido cegados por ella, y la habían codiciado. Por eso Skadûr viajaba a través de Viorel apagando las luces pequeñas que se encontraba a su paso, y no lamentaba su desaparición, porque no eran la que había despertado su deseo, y por ello las odiaba. Y en lugar de observar la labor de los heryshi y aprender de ellos, los envolvía en su sombra y los eliminaba, pues observarlos le provocaba un gran dolor; los Sagrados habían nacido con un don del que él carecía, un don que había intentado robarles sin éxito, un don que él envidiaba por encima de todas las cosas, sin saber que el único lugar en el que podría encontrarlo era su propio corazón, pues había nacido solo y no había tenido quien le guiara, y no sabía que todos los seres nacen con la capacidad para crear.
      Ahora bien, mientras en la inmensidad del universo se sucedían la creación y la destrucción, en Wad Ras había uno que soñaba con la Luz, uno que por nacimiento era considerado el heredero de ese reino que latía con vida propia bajo un cielo inanimado y, a su parecer, ominoso. Uno que había visto en su corazón los recuerdos que dormitaban en las mentes de sus progenitores, memorias de la Primera Diosa, quien todo lo había visto antes de que Berindei fuera transformado en una inmensidad llena de vida. Uno que había tenido una visión de lo que su padre no llegaría a contemplar jamás, el rostro de un mortal en cuyos ojos se reflejaba la luz dorada de un astro que surcaba los cielos de color azul claro, marcando con su trayectoria el paso del tiempo que tan poca importancia tenía para los que están destinados a vivir para siempre.
      Eshor era su nombre, y había sido el primero de los nacidos de la simiente de los heryshi, hijo único de Ergin y de Disuria, la de los ojos llenos de luz. Amado no sólo por sus padres, sino por todos los Primeros Sagrados surgidos de las profundidades de Berindei, era considerado el más hermoso representante de una nueva generación de seres divinos, los addimantol, hijos de los primeros dioses, nacidos del amor y del júbilo. Y era hermoso, en realidad, un joven esbelto de piel alabastrina y cabellos plateados, con unos resplandecientes ojos de color violeta semejantes a los de su padre y unos rasgos que parecían cincelados por el más diestro de los artistas. De mirada melancólica y sonrisa dulce, su voz tenía la frescura y la musicalidad del agua que brota de los manantiales y corre alegre río abajo en busca del mar profundo y enigmático. Y esa voz que todos amaban llenaba el aire con sus cantos, rivalizando con los trinos de las aves que gustaban de posarse en las ramas de los delgados árboles que señalaban el comienzo del bosque que Neera había llenado de criaturas hermosas para deleite de sus congéneres.
      Dos cosas amaba Eshor por encima de todo lo demás: los caballos, y la música. Era frecuente verle en un claro del bosque, de pie entre una manada de esos animales imponentes y regios, cantándoles con su voz cristalina y burbujeante, mientras acariciaba sus largas crines y se preguntaba si algún día se atrevería a montar sobre uno de ellos. Pues parecían haber sido creados con tal propósito, aunque a Eshor le pareciera una falta de respeto preguntarles si se sentirían honrados de llevarle sobre su lomo o si, por el contrario, la simple idea les ofendería, pues eran tan nobles y tan leales que no deseaba lastimar su orgullo tratándolos como a seres inferiores, simples bestias de carga.
      Mas no sería él el primero en cabalgar a través de las verdes praderas de Wad Ras, sino otro más osado y de talante aventurero: Halod, su primo amado, su más leal amigo, el primogénito de Enlil y de Itposani, el joven addim cuyos ojos dorados, al igual que los de su madre, siempre estaban puestos más allá, en el horizonte, en lo desconocido; un joven nervudo y atlético de cabellos claros y mirada penetrante que disfrutaba viajando y explorando, y al que raramente se le podía encontrar entre las paredes del Palacio Encantado, cuyos secretos había conseguido descifrar a una edad muy temprana.
      Pero no fue por su arrojo por lo que Halod habría de convertirse en el primer jinete de Wad Ras. Ciertamente, Eshor se olvidó de los caballos y del mundo que le rodeaba cuando vio a Ariiama por primera vez.
      La descubrió en el interior del laberinto construido con setos y habitado por estatuas, una joven addim sentada en el borde de una fuente adornada con tallas de criaturas que no existían más allá de la imaginación del heryshi que les había dado forma, pero que eran muy reales para todos los Sagrados que las habían contemplado alguna vez. Mujeres con cola de pez, las llamaba Eshor, porque no tenía un nombre mejor para darles; aquélla había sido la aportación de Traytum a la obra de Ergin y, si el dios de las Aguas Profundas les había dado un nombre, no lo había compartido con nadie. Sentada junto a ellas, Ariiama parecía formar parte de la escultura. Y así es como la vio Eshor la primera vez, cantándoles a las aguas una triste laudana que le llegó inmediatamente al corazón, pues reflejaba sus propios sentimientos:

      He soñado con aguas azules,
reflejo de un cielo amistoso
enamorado del mar,
he visto bailar sobre las aguas
perlas de luz cálida
a lo largo de un día radiante
que espera con melancolía
la llegada del crepúsculo.
      Pero sólo veo aguas oscuras,
reflejo de un cielo negro
que no conoce el amanecer,
y vivo contemplando el crepúsculo
mientras espero con melancolía
algo que no sé nombrar,
pues me temo que no exista
más allá de mis sueños.

      Eshor amaba Wad Ras con todo su corazón, pues era la creación de su padre, una obra surgida del amor y del deseo, como él mismo. Cada rincón de su mundo latía de vida y brillaba con luz propia, y el aire estaba tan cargado de júbilo que no existían motivos para la tristeza, como no los había para la ira. Pero él poseía un espíritu soñador y melancólico, y cada vez que miraba al horizonte se entristecía, pues el cielo no brillaba contagiado del esplendor de la tierra, y siempre mostraba el mismo rostro, oscuro e inerte como debía de haber sido el Vacío antes de su transformación.
      De este modo, cuando escuchó cantar a Ariiama, se sintió comprendido y se llenó de entusiasmo, porque las palabras de la joven le habían inspirado; y quiso conocer a aquel espíritu afín, y compartir con ella el sueño que vivía en su corazón.
      —Oreal —dijo entonces en voz alta, sorprendiendo a la joven, quien dejó de cantar y se puso en pie, sobresaltada—. Lo que sueñas es Oreal.
      Y aunque no había amenaza en su tono de voz, la joven Ariiama cayó de rodillas sobre la hierba y humilló la cabeza ante su príncipe, convencida de que su canto le había ofendido. Pues Eshor había pronunciado una palabra que ella no había escuchado antes, y sonaba llena de poder, y a ella se le antojó una advertencia.
      —Mi señor —susurró, sin atreverse a mirarle—, perdóname, te lo ruego. Sé que soy una desagradecida, pues tengo la fortuna de vivir en el mundo más perfecto de cuantos han sido creados y no sé valorarlo como debiera. No tengas en cuenta mis absurdos sueños convertidos en canción, olvida las palabras que has escuchado y yo prometo no volver a repetirlas. Te lo suplico, no permitas que mi locura se convierta en la vergüenza de mi padre ni que ocasione su ruina.
      Ante esta petición, Eshor no respondió sino con una risa suave, y veloz como el pensamiento se acercó a la joven y se arrodilló frente a ella, sorprendiéndola de nuevo al hablarle con su voz cristalina y musical.
      —Oreal es la Luz que aún no ha nacido, una Luz que nuestros padres no conocen pero que nosotros, los addimantol, llegaremos a ver, pues estamos destinados a llegar más lejos que los Primeros Nacidos, y a conocer lo que Tiere imaginó en los sueños que sucedieron a aquéllos en los que vio la llegada de los heryshi. No destierres tus propios sueños al olvido, ni tus palabras al silencio, pues no es de desagradecidos desear seguir creando maravillas que enriquezcan el universo que la Diosa nos legó.
      Y Ariiama le escuchó, con la mirada perdida en el interior de sus extraños ojos violáceos, y durante mucho tiempo no se atrevió a parpadear, por no perderse aquella visión tan hermosa; y esbozó una sonrisa tímida a la que él correspondió, y ambos se sintieron presos de un hechizo, y así permanecieron largo tiempo, arrodillados junto a la fuente, mirándose en silencio, sin atreverse a tocarse pero deseándolo intensamente. Y no había un sol en el cielo que marcara el paso de las horas, pero si lo hubiera habido habría salido varias veces y se habría puesto otras tantas, y ellos dos no lo habrían advertido, ensimismados como estaban enamorándose sin necesidad de más palabras.
      Y en los ojos de Ariiama vio Eshor una imagen clara del cielo que ella había imaginado, y lo amó, y su corazón se encendió con la llama de la creación, y en secreto empezó a idear el modo de dar vida a Oreal, pues ése era el nombre que había inventado para denominar a la Luz que no procedería de su mundo, sino que lo iluminaría desde las alturas.
      Y desde entonces abandonó sus paseos en solitario y se reunió muchas veces con Ariiama, su espíritu afín, la elegida de su corazón. Y juntos soñaron en voz alta con el futuro que habría de venir, con cielos de colores claros y soles alegres que desterrarían al crepúsculo a una única hora que precedería a la salida de las estrellas que habían de nacer. Y todos los heryshi miraron con buenos ojos aquella relación, excepto uno, que no deseaba compartir a su hija preferida, y que sintió celos de Eshor, el amado de todos los dioses; pero poco o nada podía hacer Traytum para separar a aquella pareja, y al principio no trató de interferir, pues no deseaba ganarse la enemistad de Ergin, su rey.
      Entonces sucedió que algunos heryshi comenzaron a abandonar Wad Ras, llevados por su deseo de ver algo más, algo nuevo, algo que su mundo no podría darles; y Eshor sintió que la luminosidad menguaba, y se preguntó qué ocurriría si todos los Sagrados desaparecieran, y temió que el crepúsculo llegara a convertirse en una noche eterna. Y su alma tembló de angustia, pues no soportaba imaginar que un mundo tan hermoso pudiera llegar a ser tragado por las sombras.
      Así fue como su deseo le llevó a crear la más hermosa joya que jamás haya existido, una gema radiante y poderosa que marcaría para siempre el destino de todos los addimantol que en el futuro habrían de seguirle hasta un mundo nuevo que acabaría siendo conocido en todo Viorel con el nombre de Thèramon."

13 comentarios:

  1. bravoooo bravooooo, tu me lo pagas escribiendo e inspirandote, no necesito más agradecimiento que ese

    todo el amor que recibes es poco para el que te mereces realmente

    y me pasa como los hersyhi abandonando Wad ras, ver cosas nuevas

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  2. Precioso, Bea;
    esto es Thèramon en estado puro: con toda su brillantez y elegancia. Tu manera de redactar es soberbia; esa elegancia que comentaba se muestra, por ejemplo, en la adjetivación "su voz cristalina y burbujeante"... bufff, frente a imágenes así solo podemos relamernos de satisfacción ante tan brillante autora.
    Poco a poco la acción va acercándose a Thèramon, el mundo que a todos nos tiene presos.
    Esa joya que hablas, promete mucho; nos mantendremos a la espera.

    Un abrazo, querida Bea

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  3. Susana, das mucho y nunca pides nada a cambio, pero siempre agradeces cada muestra de cariño que recibes. Por eso te quiere tanta gente, por eso te queremos tantos.
    Océanos de amor!

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  4. Querido Jordi, la creación de esta joya no pertenece a ninguna de las Historias de Thèramon ya escritas, sino que es una creación nueva de mis Musas, inspiradas por tus aportaciones y por tu maravillosa imaginación. Me temo que me va a tocar escribir un capítulo completamente nuevo, y espero estar a la altura, cada vez tengo el listón más alto, o así me lo parece!
    Pero esta gema especial es muy importante para Thèramon, pues es la protagonista de la segunda era, llamada Era de Oreal, de ahí que le haya dado ese nombre. Poco a poco, todas las piezas van encajando. Y es fantástico ver que algo que no había previsto aparece de pronto, a petición del propio relato, y descubrir que no es una invención nueva, sino una especie de hallazgo arqueológico, un elemento que existía y estaba ahí, esperando a que lo encontrara y lo colocara en el sitio que le corresponde.
    Gracias por tus consejos y por tu apoyo constante, y por la pasión que demuestras hacia mi pequeño gran mundo. Thèramon te quiere, compañero, y yo también.

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  5. querida prima así me va en ciertos momentos en mi vida pero siempre intento ver el lado positivo de las cosas y reirme todo lo que pueda y más

    Sigue creando y deleitanos con tu maravillosa escritura e imaginación

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  6. Me ha encantado, como siempre. Has conseguido hacer que me sienta tremendamente cerca de Theràmon y de sus habitantes...he disfrutado con cada línea y he visualizado cada palabra como si realmente yo misma estuviese dentro de la historia. Bravo, Bea.
    Quizás la parte que más me ha gustado y conmovido ha sido esta: "Si acaso aquéllos que sólo han conocido la oscuridad, pues es la sustancia de la que están hechos, y han aprendido a odiarla, porque tampoco son capaces de sentir otra cosa que odio.(...)" Porque es algo tan real como el aire que respiramos y verlo expresado así...ufff, casi se me saltan las lágrimas, compañera.
    El encuentro de Eshor y Ariiana me ha recordado tanto a los antiguos mitos griegos que empiezo a preguntarme si Hesíodo no se habrá reencarnado en ti, preciosa.
    En fin, me ha encantado y espero el siguiente con ansiedad.
    Un besito!

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  7. Hola, cariño, ¿pensabas que me había olvidado de tu post, que no iba a comentarlo? Jajajaja... desde Córdoba, y desde la luna si hace falta y hay suficiente cobertura, me asomo al universo de Thèramon para deleitarme, como siempre y sin faltar una vez,con tus hermosas palabras. Una vez más me dejas boquiabierta y con una sensación agridulce. Dulce porque me hace feliz verte tan y tan inspirada, tan entusiasmada que parece que las palabras y la historia misma tengan vida propia; agria porque me siento pequeña. Quien te lea no podrá creer que alguna vez hayas estado bloqueada. Madre del amor hermoso, este relato supera a todos los anteriores y -mala, mala, mala- dejas al lector con la miel en los labios, con ganas, muchas ganas de avanzar, de meternos más y más profundamente en ese mundo ideal que has creado sólo para quien lo merezca y sepa apreciarlo. Una vez más me quito el sombrero, chapeau, mi niña. Una vez más has conseguido hacer babear de placer a tus incondicionales fans. Hasta la próxima, que espero sea más pronto que tarde 8)

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  8. Guaaaauuu el origen de Theramon sigue su curso de forma imparable!, menudo genésis más completo y hermono te está quedando. Cada vez tengo más ganas de leer sobre los primeros habitantes de Theramon.
    Oye, siento haber tardado tanto en contestar. Sorry, guapa. Y felicidades por este nuevo pedazito de tu universo, te está quedando precioso y hasta poetico, incluso. Un besazo!!

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  9. Lo he releído varias veces, Bea, para dejarem llevar por completo por el texto. Entrar en ese mundo tuyo es quedar atrapado en él (lo cual te agradezco mucho como lector). Hermosa cosmogonía que no tiene nada que envidiar a Hesíodo, como dice Enone. Enhorabuena.

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  10. Gracias por la visita, Raquel. Debo decir que el origen de los primeros humanos tiene lugar a partir de esa gema especial que Eshor ha llamado Oreal; ya estamos más cerca de Thèramon, pero todavía nos falta asistir al momento en que Oreal es creada. Sé paciente, mi karendin, estoy trabajando en ello. Miento. Las Musas están trabajando en ello.

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  11. Querido Magnus, entre tú y Enone me habéis obligado a buscar la Teogonía de Hesíodo, que estoy leyendo en estos momentos. Igual hasta me inspira.
    Como escritora, agradezco enormemente tus palabras. Como diosa creadora de mundos (jajaja) me siento muy complacida. Y como persona, amiga y lectora, muy afortunada de haberte conocido.
    Thèramon te quiere. Gracias por haberle abierto tu corazón.

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  12. Ahora comenta el abuelete solitario y cuentabatallitas psiquiátricas que cuánta razón tienes hablando del amor, pareces mi alma hermana porque todo lo que dices del amor en esta entrada lo he experimentado. Y aún así, pues mira, más solo que un calamar... Lo mío sí es para andar fastidiaíllo del ánimo, Bea.

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  13. El alma del ser humano no es más que una partícula del alma de los dioses y nuestras ansias de conocer no son nuevas, pues esos mismos dioses se vieron acuciados por la misma necesidad. Larga vida a Thèramon.

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Viajeros de tierras lejanas, amigos de siempre, vuestra visita nos alegra y vuestra opinión nos ayuda, recordad que cada vez que dejáis huella de vuestro paso, Thèramon crece.

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