Ya
sabes cuáles son los pilares básicos de Thèramon: el honor, el
valor, la fe, la honestidad, la lealtad. Esos pilares rigen mi vida.
Sé que soy demasiado inocente, o ingenua, porque tiendo a utilizar
más el corazón que la cabeza, y aunque no me considero una persona
valiente, sí soy honesta, leal y no dejo promesas sin cumplir.
Aunque a veces tarde, porque mi tiempo libre es escaso y son muchas
mis ocupaciones (ésas son las promesas que dependen de mí), o
porque se requiera tiempo, trabajo y constancia, y voluntad (ésas
son las promesas que dependen de ti). Sé que no todo el mundo
comparte mis ideales; que hay demasiada hipocresía, egoísmo,
mentira y traición a mi alrededor. Pero también sé que hay bondad,
inocencia y amor suficientes para hacerme olvidar el dolor y la
tristeza que me provocan los sentimientos negativos y las malas
acciones de las personas, tanto de las que no me importan demasiado
como de aquéllas en las que decido confiar y a las que aprecio.
Quiero
pensar que la bondad siempre vence. Si creyera que la Oscuridad tiene
alguna posibilidad, Thèramon no existiría. Mi fe se tambalea a
veces, pero nunca la pierdo del todo, y cada vez se hace más fuerte.
Sé que hay muchísimas cosas buenas esperándonos más adelante en
el camino, lo sé porque las he visto. Todavía me gana la
impaciencia algunos días, y entonces Cosmos me envía un mensaje que
me abre los ojos y me hace comprender que todas mis dudas son
estúpidas. Ocurrirá, dicen los Dragones Cisne; Ocurrirá, dice el
amado de los dioses. Y yo creo, porque sé con certeza que así será.
Porque ya lo he visto.
El
año pasado afirmé una serie de cosas que a día de hoy ya se han
cumplido. Ama y cree, porque esto sucederá; ¿creías que lo decía
para quedar bien, porque trataba de animarte, pensabas que no creía
realmente en tus sueños, en tu talento, en tus proyectos o en tu
valía? ¿Que me limitaba a expresar en voz alta mis propios deseos?
Ahora ya sabes que mi intuición no suele equivocarse; que cuando te
digo que el destino siempre se cumple, no estoy simplemente
repitiendo un mantra, que cuando te prometo que todos los sueños se
cumplen cuando estamos preparados te estoy haciendo una promesa; y
las promesas son sagradas; apuesto mi honor a que ocurrirá, porque
mi honor es lo más valioso que poseo, y no tengo miedo de perderlo
al apostarlo.
Por
eso te insto a que no dejes de creer. Aunque a veces tengas dudas,
aunque te encuentres con obstáculos que te parecen insuperables,
aunque la oscuridad sea tan densa que no te permita ver una pequeña
luz de esperanza, esa luz siempre está ahí, brilla en Thèramon,
pero es el reflejo de tu propia alma. Ama y cree. Y sigue luchando
para hacer realidad lo que imaginas, porque llegará el momento en el
que estarás preparado para empezar a vivirlo.
Acabaré
las correcciones (dame tiempo); acabaré la novela que tengo entre
manos (dame tiempo); la publicaré, como tú has publicado la tuya
después de que haya pasado por mis manos (cree); acabaré una de las
Historias de Thèramon y también la verás en tu estantería, si
quieres (cree); y te daré ese abrazo que tengo guardado
especialmente para ti. Sucederá.
Hoy
te dejo el final del capítulo que unió a Silenia y a Sena (Seine)
junto a las orillas del Estanque de Plata. Me gusta especialmente ese
capítulo porque habla de promesas. Y de destino.
¿Recuerdas
cómo terminaba el capítulo anterior? «Al atardecer, vestida con
sus ropas de princesa, se deslizó por los oscuros Pasadizos y llegó
hasta la puerta secreta.»
Pues
desde ahí parte el de hoy. Sé que es breve, discúlpame si después
de tanto tiempo de silencio esperabas un texto más extenso. He
aprovechado que no era muy largo para extenderme en mi mensaje, y sé
que te interesa más leer sobre Thèramon que escuchar mis
divagaciones. Pero yo también soy Thèramon. No debes olvidarlo.
Ama
y cree.
***
©
Bea Magaña (Reservados todos los derechos)
Dragones
Cisne (IV)
"Encontró
allí a Sena, esperándola como la noche anterior. Abrió la puerta y
le llamó, y el muchacho se acercó a ella, En ningún momento salió
la niña al exterior ni permitió que la puerta se cerrara.
Sena
casi no la reconoció. Silenia llevaba un vestido verde claro y
escarpines blancos manchados de barro, el cabello recogido con una
diadema de plata y brillantes y un pañuelo de hilo bordado en una
mano. Se enamoró de aquella visión y supo que no se marcharía de
Räel Polita hasta que ella le abrazara de nuevo.
—Quiero
que aceptes esto —dijo Silenia.
Sena
la miró con extrañeza e inquietud. Había supuesto que volvería a
acompañarle al Estanque. No se atrevió a coger lo que ella le
entregaba. La miró a los ojos, confundido.
—Me
ayudaste, y te estaré eternamente agradecida —dijo ella de nuevo—.
Por favor, toma esto.
—No
esperaba una recompensa —protestó Sena, y sintió que le escocían
los ojos.
—Ni
yo pensé que pudiera recompensarte, pues nada tengo de valor —dijo
Silenia—. Pero tengo a mi hermano Eugene, quien será un buen
Caballero cuando sea hombre, y por él he sabido que esto te ayudará
a entrar en el ejército. Utilízalo para abrir la puerta. Espero que
encuentres donde echar raíces y que veas tu sueño cumplido.
Hizo
un gesto con la mano, y por fin Sena se atrevió a tomar lo que le
entregaba. No podía saber lo que era, pues la niña lo había
envuelto en un pañuelo.
—Dijiste
que necesitabas una recomendación —sonrió Silenia—. Ésta que
ahora te entrego es válida. Acéptala, con mi gratitud.
Sena
cerró sus manos temblorosas en torno al pañuelo.
—La
utilizaré —prometió—. Seré el soldado que siempre he deseado
ser, no te defraudaré, princesa.
Ella
hizo una inclinación de cabeza.
—Sé
que serás un buen Caballero —le dijo. De pronto, le pareció a
Sena que estaba hablando con una reina, no parecía una niña de once
años. Se dijo que no lo había parecido en ningún momento—.
Gracias por haber sido mi Protector. Si algún día vuelvo a verte,
espero que lleves al enseña de los dragones en el cinturón, así
podré reconocerte y agradecerte de nuevo lo que has hecho por esta
niña.
Sena
se llevó un puño cerrado al pecho.
—Si
alguna vez voy a la batalla, lucharé en tu nombre, princesa.
—Cuídate,
amigo mío. Gracias por todo. Y si vuelves a ver a los Dragones
Cisne, salúdalos de mi parte —se despidió Silenia.
Después
cerró la puerta y Sena no la vio más. El muchacho desenvolvió el
regalo que la princesa le había dado, sus ojos se llenaron de
lágrimas de emoción y gratitud, se llevó el pañuelo a los labios
y luego al pecho, e hizo una promesa de corazón."