Esta historia está escrita desde hace años, pero se halla dispersa a lo largo de las más de quinientas hojas que reposan en mi vieja carpeta, esperando el momento de ser revisadas, como ahora; es una historia que ha sido relatada por muchas voces distintas, a diferentes oídos, revelada por partes muchas veces inconexas. He tenido que buscar, recopilar, escoger, darle forma de relato único y buscarle el tono apropiado, y he tenido que hacerlo poco a poco, pues no es mucho tiempo libre del que dispongo.
Deseo que la espera haya merecido la pena.
Y como el relato es bastante largo, no voy a extenderme en el preámbulo.
Sólo una cosa más: quiero dedicar este relato a dos de mis queridos Ilohiim; a Enone, que cada vez que publica un nuevo relato en su blog me inspira para seguir escribiendo más Thèramon, desearle mucha suerte en su aventura inglesa; y a Jordi, cuyas aportaciones son tan valiosas para mí y para el crecimiento de mi mundo, desearle que se mejore pronto, espero que este relato te sirva de bálsamo medicinal, compañero.
Y a todos vosotros, en especial a mis queridas niñas de los toques, todo mi cariño, y mi agradecimiento constante.
Ahora sí, Bea se calla y Thèramon habla.
Sólo una cosa más: quiero dedicar este relato a dos de mis queridos Ilohiim; a Enone, que cada vez que publica un nuevo relato en su blog me inspira para seguir escribiendo más Thèramon, desearle mucha suerte en su aventura inglesa; y a Jordi, cuyas aportaciones son tan valiosas para mí y para el crecimiento de mi mundo, desearle que se mejore pronto, espero que este relato te sirva de bálsamo medicinal, compañero.
Y a todos vosotros, en especial a mis queridas niñas de los toques, todo mi cariño, y mi agradecimiento constante.
Ahora sí, Bea se calla y Thèramon habla.
Espero que lo disfrutéis.
© Bea Magaña (Reservados todos los derechos)
WAD RAS, Y LA VISION DE ITPOSANI
"En el principio era el Vacío, y nada existía en él, a excepción de Tiere, la soñadora de mundos. Pero ella no conocía su propio nombre, y por eso no sabía que era real. Entonces su nombre fue creado, y ella tuvo conciencia de su propia existencia; y los mundos que se habían estado gestando en su vientre quisieron nacer. Y Tiere dio a luz al universo.
De este modo el Vacío dejó de ser Berindei, la Nada Infinita, y desde ese momento fue llamado Viorel, que en la lengua de los heryshi significa Lleno de Vida.
Pero al principio los mundos estaban deshabitados; y, aunque vivos, no eran más que porciones de tierra desperdigadas a lo largo y ancho de Viorel. Y porque estaban vivos, se iban haciendo a sí mismos; y porque estaban deshabitados, su crecimiento era muy lento. Pero Tiere no podía detenerse demasiado en ellos, pues eran muchos los mundos que esperaban recibir su primer nombre. Así fue como reunió a los heryshi, sus vástagos, a los cuales había rescatado de las profundidades de Berindei, y les comunicó sus intenciones. Y los heryshi, agradecidos, desearon complacerla, y prometieron ayudarla. Y así, dotados con el poder que su diosa les había proporcionado, fueron repartiéndose por los mundos a medida que Tiere los iba visitando y nombrando.
Y una vez instalados en su nuevo hogar, se dedicaron a crear.
Dos fueron los heryshi que decidieron quedarse en Wad Ras, dos espíritus afines como sólo pueden serlo los hermanos idénticos que han sido creados de la misma sustancia; Ergin y Enlil se llamaban, y era semejantes físicamente, y sus corazones latían al unísono, y sus mentes trabajaban en la misma dirección. Nada más poner el pie en su nueva morada comenzaron a dar forma a sus pensamientos, nacidos de los sueños que Tiere había compartido con todos ellos antes de iniciar su viaje a través de la vastedad de Viorel. Y creaban en armonía, lo que uno empezaba era rápidamente completado por el otro, pues se entendían sin problemas. Su entusiasmo era grande, y hermosas sus creaciones, dignas de admiración y de envidia. Pero también era grande su inexperiencia, y de este modo crearon de forma caótica, porque trabajaban sin más base que sus recuerdos de los sueños de otro, y sin más guía que su propia pasión.
Al principio creaban pensando en la gloria de Tiere, y movidos por su deseo de complacerla y de ganarse su reconocimiento y su admiración dieron vida al más magnífico de los bosques jamás imaginados, y levantaron las más altas montañas que jamás hayan sido creadas; y las extensas llanuras, y los caudalosos ríos, y las praderas salpicadas de incontables colores completaban un tapiz enorme y precioso que podía ser visto desde los cielos, pues Viorel era un escenario a oscuras en el que Wad Ras brillaba con luz propia. Pero Tiere nunca acudió a felicitar a los dos hermanos, porque su viaje a través del universo la había llevado muy lejos, y tardaría una eternidad en completar su recorrido y volver tras sus pasos.
Ahora bien, eso no desanimó a Ergin y a Enlil, quienes eran eternos como la diosa que les había rescatado del Vacío, y podían permitirse esperar por su regreso, convencidos de que la creadora de mundos volvería algún día para evaluar la obra de sus vástagos. Y una vez completado el primer esbozo del tapiz de Wad Ras, se dedicaron a darle forma, y pulieron y retocaron, y se deleitaron en los detalles, y encontraron un gran placer en la elaboración y el perfeccionamiento de las cosas pequeñas.
Y cuando se detuvieron para contemplar su obra, se sonrieron satisfechos, y fue tal el amor que sintieron por su mundo que sus corazones se llenaron de congoja, porque no había otros como ellos con quienes compartirlo. Y se sintieron extrañamente solos.
Pero Ergin sabía que el deseo es la principal fuente de poder, y movido por su deseo comenzó a colocar los cimientos de la que sería su morada, un magnífico palacio en el que ambos vivirían con sus familias, pues no dudaba de que algún día ambos tendrían tanto esposa como descendencia. Y Enlil, contagiado de su deseo y de su esperanza, se dedicó a hacer crecer un bello jardín alrededor del palacio, un laberinto de setos y de fuentes en el que sus hijos jugarían algún día, pues tampoco dudaba de la predicción de su hermano.
Pronto Wad Ras fue un mundo digno de llamarse con ese nombre, muy lejos de parecerse a la roca desnuda y preñada de vida que los hermanos encontraran a su llegada. Mediante el poder de Tiere, y gracias a su aliento y a su inspiración, la vida había hallado el camino para salir a la superficie y se había desarrollado en toda su magnificencia. A veces de forma caótica, a veces aparentemente sin sentido, pero siempre hermosa e inspiradora, la obra de los dos hermanos llegó a ser contemplada y admirada por muchos heryshi que pasaban junto a Wad Ras en busca de un mundo que habitar. Y así fue como muchos de ellos decidieron quedarse, y fueron bienvenidos, y los dos hermanos dejaron de estar solos, y el Palacio de los Dioses se convirtió en el hogar de todos ellos.
Cada uno de los heryshi que llegaba traía consigo sus propios dones, que no dudaron en poner al servicio de los Señores de Wad Ras. Los primeros en presentarse como súbditos y servidores fueron Neera, la Dadora de Vida, portadora de la Llama de la Fecundidad, y Ulcus, el Forjador, señor del Fuego Imperecedero; ambos llenaron de vida las profundidades de los bosques y el interior de las montañas que los Primeros Señores habían erigido antes de su llegada. A ellos les siguieron Adtaros, el Padre de los Vientos, inspirador de la Música que alegra el alma y llega a los corazones de todas las criaturas vivas; y Wetrae, Señor de las Aguas, el que calma la sed y relaja los sentidos; así como su hermano Traytum, quien tenía poder sobre las Aguas Profundas y era pronto en la cólera, y celoso de lo suyo. Y la preferida de Ergin, la hermosa Disuria, que llevaba la luz de las estrellas que estaban por nacer en sus grandes ojos, y que pronto se convertiría en reina al lado del Señor de Wad Ras. Y la enigmática Itposani, la diosa hechicera, cuyos ojos podían ver en el tiempo y en el espacio, y a quien Enlil escogió como compañera y esposa, algo que ella ya había visto antes incluso de conocerle.
Y muchos otros heryshi llegaron, algunos desde los confines de Viorel, atraídos por el resplandor de Wad Ras, que se hizo más intenso gracias al poder de la Llama de Neera y del Fuego de Ulcus, que ardían en todas las cosas a las que habían dado vida; pero otros nuevos llegaron dentro de los límites del mundo que ahora era gobernado por Ergin y por su esposa, nacidos de la simiente de los heryshi, fruto del amor que éstos compartían. Y todos los recién llegados eran bienvenidos, y aceptados sin preguntas dentro de la gran familia que habían formado con el paso de los días; aunque no existían todavía estrellas en el cielo que marcaran el paso del tiempo, porque los dioses no necesitan calendarios, ni temen a la oscuridad, ya que el poder de la Primera Diosa brilla en sus corazones, y ellos mismos están hechos de Luz.
Y durante mucho tiempo los habitantes de Wad Ras convivieron en armonía, y entre todos completaron la labor de los dos Primeros Señores, hasta que llegó un momento en que su mundo no admitió nuevas creaciones, y muchos de ellos empezaron a poner sus ojos en la vastedad de Viorel, y sus pensamientos en los infinitos mundos que existían más allá del suyo, y que aún no habían sido descubiertos ni visitados. Porque todos ellos guardaban en su memoria el recuerdo de incontables criaturas que habían existido en el pensamiento de Tiere, seres inteligentes y magníficos que habrían de surgir del corazón de los mundos, y no de la simiente de los heryshi. Y Wad Ras no había conseguido provocar el nacimiento de ninguno de estos seres, y los Sagrados deseaban llegar a contemplarlos y a conocerlos.
Ergin fue el primero en comprender que un mundo habitado por tan elevado número de espíritus divinos no iba a poder albergar jamás a otro tipo de criaturas pensantes, por muy parecidas físicamente a ellos que llegaran a ser. Y como no estaba en sus manos crearlas, puesto que no había sido designado así por la creadora de todos los mundos, su corazón anhelaba emprender una búsqueda a través del universo, a pesar de que no deseaba apartarse de su familia ni alejarse de su hogar. Pero otros decidieron emprender ese viaje, y Ergin les vio marchar con una mezcla de admiración y de envidia, porque él no era lo suficientemente valiente para hacer realidad los deseos de su corazón.
No habló con nadie de ello, sin embargo, ni con su hermano, que le conocía tan bien que era capaz de adivinar sus pensamientos, ni con su esposa, a la que nada ocultaba. Pero hubo una que conoció sus cuitas y comprendió su pesar, una que veía más allá que todos los demás. Y fue ella, la Diosa Hechicera, la que le buscó, y le habló con estas palabras:
—¿Por qué estás triste, Señor de Wad Ras, hermano de mi esposo, divino creador? No está en tu poder dar forma a lo que no puede existir. Este mundo es un lugar sagrado, morada y refugio de muchos espíritus divinos, y has extraído de su corazón todo aquello que su esencia tenía para darte. ¿No es acaso un lugar pletórico de vida y de maravillas? ¿No le has dado forma, y lo has hecho crecer, y lo has convertido en un hogar seguro y tranquilo para todos nosotros? ¿No lo disfrutarás, ahora que lo has convertido en el mundo que siempre soñaste? ¿Te perderás el crecimiento de tu propio hijo por soñar con otras especies que no estás destinado a conocer?
Las últimas palabras de Itposani se clavaron en el corazón de Ergin y arrancaron lágrimas amargas de sus hermosos ojos de color violeta. Pues ella nunca se equivocaba en sus predicciones, y acababa de decirle que jamás llegaría a ver cumplido su último sueño, el más anhelado. Pero no dejó de escuchar todo lo que ella había dicho, y se sintió avergonzado, y bajó la cabeza ante ella, y le habló con humildad.
—No soy digno de llamarme Señor de nadie, ni de administrar este mundo al que no he sabido valorar. Enlil debería ocupar mi lugar, pues es más sabio que yo, y más prudente. Nunca seré lo bastante osado para partir en busca de lo que no he de encontrar, ni lo suficientemente valiente para cuidar de mi familia como se merece.
—No juzgues tu falta de valor, mi señor, pues nunca te has visto en la necesidad de emplearlo para proteger aquello que amas. Pero tu momento llegará. Una amenaza que nunca hemos conocido aparecerá para perturbar nuestra plácida existencia, y encontrarás el valor que ahora no sabes que tienes. Y partirás en busca de un lugar seguro para muchos de nosotros, y llegarás a un mundo nuevo, un mundo que no ha recibido su primer nombre, un mundo de cuya esencia nacerán las criaturas por las que ahora suspiras. Pero no llegarás a conocerlas, pues tu destino es librar una batalla, no volver a crear un mundo. Serán tus descendientes quienes vean cumplidos tus anhelos, no tú.
—¿Pereceré en esa batalla de la que hablas? —preguntó entonces Ergin, preocupado aunque no temeroso, porque los heryshi no conocían lo que era el miedo—. ¿Acaso los Sagrados vástagos de Tiere estamos destinados a dejar de existir?
Itposani cerró los ojos, unos extraños y hermosos ojos de color dorado que refulgían como el fuego de la fragua de Ulcus, y ladeó la cabeza, concentrada en algo que Ergin no podía ver ni escuchar. Cuando se decidió a hablar, lo hizo en voz muy baja, pero firme, un tono que no admitía réplica.
—Todo aquello que existe tiene un final, mi señor, incluso aquello que nos parece eterno. También Berindei terminó, llegado su momento, y fue durante muchas eternidades. Nada puede durar para siempre, pues los cambios son la esencia de la creación. Berindei fue un lugar de espera para todos nosotros, y regresaremos a su seno algún día; pero no para desaparecer, sino para transformarnos en otro espíritu distinto, de igual modo que Berindei ya no es el Vacío, sino una parte distinta de Viorel. Así es como se mantiene el equilibrio del universo. Pero no debes angustiarte: para siempre es un período de tiempo inconmensurable, y los heryshi estamos destinados a existir durante incontables eones de tiempo.
La Diosa Hechicera abrió de nuevo los ojos y miró a Ergin con semblante serio.
—En cuanto a tu destino, lo conocerás a su debido tiempo; no puedo decirte cuál será el resultado de la batalla que has de librar, porque dependerá de las decisiones que tomes llegado el momento. Sólo te diré una cosa más: aprovecha cada instante de tu existencia sin pensar en su duración, ama y disfruta de tus seres queridos, porque el amor que repartas será el legado más importante que dejarás, y el amor que recibas será lo único que podrás llevarte contigo cuando te llegue el momento de dejar de ser lo que eres ahora y vuelvas a las amplias salas de Berindei, donde esperarás tu renacimiento.
Itposani no dijo nada más, y Ergin la vio marchar sin atreverse a detenerla, aunque eran muchas las preguntas que sus palabras le habían suscitado. Ahora bien, lamentarse por un futuro que podía tardar una eternidad en llegar no parecía muy juicioso, y Ergin decidió seguir el consejo de la esposa de su hermano, y fue en busca de su familia, y ocupó su tiempo en disfrutar de su compañía, y vio crecer a su hijo amado, y no volvió a torturarse con absurdos deseos que no estaba destinado a ver satisfechos.
Y Wad Ras fue un mundo hermoso y seguro durante un tiempo infinito, y Ergin fue su administrador durante todo ese tiempo, y fue un gobernante prudente y sabio, amado por todos, dichoso cada segundo de su existencia.
Y sucedió que un día llegó a las puertas de Wad Ras un espíritu nuevo, diferente en aspecto a todos los heryshi, aunque surgido de Berindei al igual que ellos; y le llamaron Nepritel, el Huérfano, porque no recordaba el momento de su nacimiento ni había oído hablar jamás de Tiere, la Señora de todas las cosas vivas. Y pensando que había nacido del pensamiento de su Diosa, como todo lo demás, le dieron la bienvenida, y quisieron conocerle, y le preguntaron su nombre. Pero el Nepritel no quiso dárselo, o acaso no lo conocía, y no respondió a sus saludos, sino que se mostró hostil y les increpó con amenazas.
Pero poco podía hacer un visitante solo contra un mundo entero de dioses, y se vio obligado a retirarse, prometiendo volver con un ejército capaz de destruir Wad Ras. Y Ergin recordó entonces la profecía de Itposani, y sintió temor por su familia, y se juró que la protegería a toda costa.
Y decidió que había llegado el momento de buscar un mundo más seguro para todos ellos."
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