jueves, 20 de octubre de 2011

Y un poco más del N'Ögard

Bueeeeno, parece que las mujeres guerreras gustan, así que no está bien que os deje con el capítulo colgado. Aunque mi costumbre es publicar una entrada a la semana, para no saturar al lector con exceso de relatos, hoy rompo el protocolo y os dejo el final del relato que comenzaba con el sueño de Dayna en El extraño que llegó del desierto (II).  Prometo seguir con esta Historia de Thèramon, pues hay mucho más que contar. Espero que os guste.
Y gracias por vuestros comentarios, me resulta más fácil decidir cuando sé qué es lo que se espera de mí.
Océanos de amor!!

© Bea Magaña (Reservados todos los derechos) 

EL EXTRAÑO QUE LLEGÓ DEL DESIERTO (II) -- Continuación.


"Lo que ocurrió, ocurrió cerca del ocaso, y fue tan repentino que ninguna de las guerreras supo explicar después lo que había sucedido.
   Ledan, que cabeceaba apoyada en una rama del árbol que había elegido, sintió de pronto que una ráfaga de aire gélido le azotaba el rostro; se despertó y se llevó una mano al vientre y la otra a la boca, horrorizada ante lo que acababa de ver en una especie de ensueño. El bebé que crecía en su interior era un monstruo, como había temido desde el momento de su concepción, una criatura repugnante y viscosa que se retorcía igual que una serpiente y que no tenía alma. Tuvo un acceso de náusea, se inclinó para vomitar y resbaló de la rama tan rápidamente que no le dio tiempo a gritar. Se golpeó la cabeza contra el suelo y se desvaneció. Cuando volvió en sí, veinte minutos después, tuvo un pensamiento extraño: Lane se había olvidado de rogar a los dioses, como Dayna le había aconsejado.
   Lane lo vio llegar y se puso en pie, tan emocionada que se le olvidó que debía mantenerse oculta a la vista de cualquier extraño. Aquél venía a pie por el camino del desierto, una figura alta envuelta en una túnica negra que avanzaba sin prisa ni temor al encuentro de las sombras. ¡Sabía que vendrías! pensó Lane, llena de regocijo. El extraño que venía del desierto mió en su dirección. Su rostro estaba oculto bajo una enorme capucha, pero la joven advirtió el brillo letal de sus ojos rojos como el fuego de algún infierno inimaginable. El latido de su corazón le llenó los oídos. El hombre oscuro esbozó una sonrisa inhumana, la mueca del depredador que está a punto de probar la sangre de su presa. Su voz perforó los oídos de la muchacha y se instaló en su cabeza: No deberías alegrarte, pequeña cabecita loca; no podrás contarle a nadie que me viste llegar, pensó el hombre oscuro, y continuó su camino.
  Era consciente de que le estaban vigilando. Durante su largo recorrido a través de Sàaräni-Erye había aprendido a reconocer este tipo de cosas. Bestias que le habían acechado habían caído fulminadas a su paso. No le gustaba que le mirasen. Sentía crecer en su interior ese enorme poder que no había podido manifestar delante de las tres Darunii Madasn; y se vengaba de ellas deshaciéndose de esos animales que esperaban agazapados entre las dunas y entre la maleza, decidía que estaban muertos y se despreocupaba de ellos. No fue atacado, no temía ser atacado; no había visto Dragones Rojos, tampoco se habría asustado de ellos. Era poderoso. No temía a nada.
   No se había encontrado con ningún dizseiim hasta ese momento. Las reconoció al instante por el olor que desprendían, así como por el sonido de sus corazones. Los corazones de los dizseiim tenían una cadencia distinta a la de los animales salvajes, hablaban con una especie de voz de la que los animales carecían. Éstos que acechaban desde las alturas también eran salvajes. No le asustaron. Eran criaturas inferiores a él, ridículas a pesar de sus armas y de su espíritu guerrero. Él era el N'Ögard, y podía dominar cualquier voluntad. Los dizseiim eran un juguete para él, piezas que utilizaría a su antojo cuando se decidiera a jugar a la guerra. Pero no las ignoró, sino que las vigiló, como ellas le vigilaban, escondidas en lo alto del barranco.
   Una había tenido una visión horrenda de su propio futuro y se había desvanecido. La segunda había cometido la torpeza de mostrarse ante él, y había enloquecido al instante al ver el rostro del Mal. El hombre oscuro caminaba sin prisa, silbando alegremente, miraba el bosque que crecía a su derecha y pensaba que podría incendiarlo con sólo desearlo. Mas no lo haría, porque algo le decía que encontraría aliados en el interior de ese Bosque Negro, criaturas que le habían esperado durante años, y que le servirían llegado el momento. Ya podía ver el Paso de Sheim delante de él. Las ciudades civilizadas de Samura Dalnu se encontraban más allá de esa encrucijada. Su meta estaba cerca. Y nada podía detenerle.
   En la unión de los caminos hizo un alto y miró a su alrededor, desconcertado. Allí había alguien más, otro dizseiim, que le vigilaba, que le observaba acechante como un animal. El hombre oscuro sintió un instante de pánico, buscó con vehemencia y no consiguió verle. Se enfureció.
  Dayna le miraba, escondida entre la maleza; su corazón latía con tanta fuerza que le dolía el pecho. El hombre de sus pesadillas se había detenido en el centro del Paso de Sheim, y parecía buscar algo. ¡Me busca a mí!, comprendió, aterrorizada. Por favor, rogó a nadie en especial, por favor, no permitas que me huela, no permitas que me encuentre. Una voz le susurró al oído: no le mires; le pareció escuchar una risa cristalina y burbujeante dentro de su cabeza, y de algún modo se sintió protegida. El hombre oscuro continuó su camino, y Dayna supo que no la había descubierto. Rodan Frais olvidó sus frustración varios metros más adelante, cuando olfateó una presencia nueva que miraba hacia las primeras ciudades de Samura Dalnu, agazapada detrás de unos peñascos, ajena a su paso. El latido de su corazón joven le llegó con total claridad. No le temía, porque no le había visto. No podía ser el mismo dizseiim que se le había escapado poco antes. Descargó su ira contra esta otra presencia, y continuó su camino silbando una tonadilla de muerte y desolación cuando la joven guerrera cayó de frente con el corazón atravesado por una saeta invisible. El camino le llevaba hasta la ciudad. Y el hombre oscuro sonreía.
   La luna asomó a medias su rostro y él vio la silueta de una torre recortada contra el cielo oscurecido. Y supo que era ese lugar. La ciudad se llamaba Maindûr, y en ella sería un rey. Rodan Frais caminó toda la noche, bajo la mirada recelosa de la media luna, y los tacones de sus botas de piel de serpiente arañaron el suelo, levantando polvo y ecos sordos que acallaron los demás sonidos del mundo."



8 comentarios:

  1. me ha encantado como siempre es perfecto, si es que...... madre mia prima esta noche seguiré soñando con Theramon

    te quiero primaaaaaaa

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  2. Te dejo una sonrisa, para sellar mi paso por aqui...

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  3. Pues sí, Bea, me encantan las mujeres guerreras. Pero9 me has dejado intrigada otra vez. ¿Cómo ha conseguido Dayna esquivar a ese hombre tan malvado? ¿Qué encontrará en la ciudad? ¡Ufff! ¡Cuántas preguntas tengo! Sigue escribiendo, que así me tendrás informada! ¡Un beso!!!!!

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  4. Lo haces genial, Bea. Tus descripciones son muy buenas y envuelves con ellas. Me gusta mucho el personaje del hombre oscuro. Y espero sacar algo de tiempo para seguirte más.

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  5. Me encantaaa!!! pero porfi, una vez más Beita, no nos dejes sin saber que pasa con el hijo de Dayna. Alguién tiene que pararle los pies a ese Rondan Frais, no? Y la voz que escucha Dayna en su cabeza, es el unicornio ¿verdad? Que buena eres! Un besazo!!

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  6. De nuevo paseando por aquí para decirte lo que ya sabes de sobras: ¡¡¡ERES GENIAL!!! Tus relatos son el oasis en el desierto; el mejor momento del día, cuando me olvido de todo y sólo quiero intentar comprender y aprehender las maravillas de Thèramon. Sólo diré 2 palabras: QUIERO MÁS 8)

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  7. me ha gustado tanto que me lo he leido este capitulo como tres veces

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  8. Bea, es maravillosa tu capacidad para la épica, pero tu arte sobrepasa la épica y hace un puente imposible que la une con la lírica. Este fragmento es, como tantos tuyos, una "elegía narrada".

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Viajeros de tierras lejanas, amigos de siempre, vuestra visita nos alegra y vuestra opinión nos ayuda, recordad que cada vez que dejáis huella de vuestro paso, Thèramon crece.

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