Sin preámbulos, pero con nueva portada de Susana (qué queréis, no me he podido resistir)
© Bea Magaña (Reservados todos los derechos)
El libro que despertó al Mal (III)
Vosloora estaba haciendo grandes esfuerzos para controlar sus propios sollozos; no deseaba llamar la atención sobre su persona. Sus ojos desorbitados miraban fijos al enorme dragón que había entrado por la ventana abierta y ahora ocupaba una gran parte de la habitación. El techo, que se encontraba a seis o siete metros del suelo, obligaba a la bestia a encoger su largo cuello; se había sentado con las alas plegadas sobre el lomo escamoso y las fauces abiertas, y esperaba órdenes de su amo. Frais, que había regresado a la alfombra y al atril, miró el libro un momento antes de cerrarlo. Por fin, sus ojos se enfrentaron a los del dragón. Ninguno de los dos tenía miedo del otro.
—Nonurg —dijo Frais con voz profunda.
Hilillos de humo subían en espiral desde las narinas del dragón hacia el techo de la habitación. De sus fauces abiertas colgaba una larga lengua bífida.
—N'Ögard —saludó el dragón, con un leve movimiento de la cabeza.
Frais asintió.
—Exacto —dijo, y caminó a su encuentro—. Ha llegado el momento, Nonurg. Nuestro amo nos reclama, no debemos fallarle. Yo tengo una misión que cumplir, y tú harás un trabajo para mí.
Los ojos del dragón, al principio negros como el resto del él, brillaron de pronto como dos carbones encendidos.
—Ordena —dijo simplemente.
Ambos parecían haber olvidado la presencia del ladrón, cuyo cuerpo enjuto temblaba tanto que parecía afectado por una fiebre maligna.
—Busca al Korceler —ordenó Frais, y su tono de voz mostraba todo el odio que le hacía sentir ese vocablo—. Tráelo ante mí, lo quiero vivo. Él es la llave que abrirá el camino hacia nuestra victoria.
Nonurg se tomó un par de minutos para comprender las palabras del N'Ögard. Cuando las asimiló, sus ojos volvieron a arder, impregnados del mismo odio que transmitía la voz del nigromante.
—¿Dónde debo buscar a tu igual? —preguntó.
La pregunta del Darok le enfureció. ¡Estúpida criatura! Si supiera dónde encontrar al Protector, ¿crees que me habría tomado tantas molestias para rescataros del exilio? Por un instante, estuvo a punto de gritarle, llevado por la frustración que su ignorancia le provocaba; si conociera la identidad y el paradero del Korceler, haría ya tiempo que él mismo lo habría capturado sin necesidad de ayuda. Pero se guardó su rabia y escondió este pensamiento antes de que Nonurg hubiera podido percibirlo. No le convenía despertar la ira de tan valioso aliado.
Le dio la espalda y fijó la mirada en el exterior. La habitación contaba con cuatro fantásticos ventanales desde los que se veía cada rincón de la ciudad. Nada escapaba a los ojos del Mago Oscuro. Süt Zäwasze al este, hacia donde Frais miraba a menudo; al norte y al oeste y al sur, más allá de Maindûr, se divisaban las distintas ciudades de Samura Dalnu: Mercadûr, Boscadûr, Burgodûr, Dûrmater, Dûranta, Pleadûr, ciudades habitadas por Samurii Männar, ciudades de casas altas y calles estrechas, todas parecidas a Maindûr, todas ricas y prósperas, todas ellas independientes, con un gobernador, como antes había sido Maindûr. Y más allá de ellas, más allá de donde alcanzaba la vista...
Lo que escapaba a la percepción de Rodan Frais.
Aeblir iluminaba la tierra como si la última hora nunca hubiera existido. El primogénito de Ulcus continuaba su viaje hacia el este con su hermano menor semioculto tras su brillante estela, recordándole que el tiempo avanzaba y que sus enemigos le llevaban una gran ventaja. Mientras él se aseguraba el control de Maindûr y recordaba poco a poco, el Korceler se encontraba en algún lugar, y aprendía, y se volvía poderoso. Tenía que dar con él antes de que consiguiera reunir a sus aliados. Y no sabía por dónde empezar la búsqueda.
Eso le llenaba de cólera, que deseaba descargar contra alguien, quien fuera.
Nonurg esperó su respuesta en silencio. Sentía curiosidad, así como enormes deseos de ponerse en movimiento, había pasado demasiado tiempo inactivo, recluido en las antiguas estancias de Berindei, despojado de su cuerpo, obligado a existir como una mera conciencia en mitad de una nada infinita. Pero el exilio le había enseñado a ser paciente, y nada en su postura daba muestras de su agitación interior. Miraba al nigromante con serenidad y un brillo de curiosidad en los ojos, la testa apenas ladeada y las narinas humeantes, dando una falsa impresión de docilidad. Parecía la mascota más grande del mundo, sentada a los pies de su amo y mirándolo con adoración. Pero no había nacido para servir a ningún amo, a ninguno que fuera mortal, en todo caso. El conjuro que el nigromante había rescatado de aquel libro robado había modificado temporalmente este hecho, pero no podía cambiar la naturaleza de los Darok. Y Nonurg no dudaría en volverse contra el N'Ögard, a pesar de la deuda que había contraído con él, si dejaba de ser digno de ser llamado Señor.
Frais era consciente de este hecho. Procuró controlar su ira. Recompuso su expresión. Los sollozos apagados del ladrón le recordaron que él era el N'Ögard, un ser casi divino, muy por encima de las debilidades humanas. Recuperó su aura de poder y de seguridad en sí mismo.
—Algo me impulsó a llegar a esta ciudad —respondió por fin sin mirar al dragón—. Presumo que el Korceler no se encuentra lejos de esta parte del mundo. Rastrea cada palmo de Samura Dalnu, indaga, busca, encuentra su rastro, y vuelve luego a informarme.
El dragón hizo una reverencia, pero el Mago Oscuro no lo vio. Su mirada se había posado en el hombre flaco envuelto en su capa raída. Esbozó una sonrisa de lunático y le señaló con un dedo.
—Tú —dijo en voz alta, y Vosloora se encogió de miedo. El nigromante lanzó una carcajada que paralizó al pobre hombre y le heló la sangre en las venas—. Debería fulminarte ahí mismo, pues odio la cobardía tanto como ver a un niño riendo alegremente —continuó con voz serena, casi jovial—, y tus temblores delatan tu miedo, haciéndote lucir patético. Detesto el miedo, propio de ratones, ¿es eso lo que eres, ladrón?
Vosloora cerró los ojos, seguro de que cuando los abriera podría ver las puntas de las botas del hechicero y las junturas de las baldosas del suelo bajo su nariz. Sólo esperaba que la transformación no fuera en exceso dolorosa.
—Sin embargo me has servido bien, ladrón, así que voy a perdonarte la vida.
—Sois benévolo, mi señor —tartamudeó Vosloora, que había descubierto que continuaba teniendo forma humana. No era capaz de pensar con calma. La visión de los Onii Darok podía llegar a enloquecer a un hombre.
Pensó por un segundo que Rodan Frais no era un hombre. O eso, o estaba totalmente enajenado.
—También te daré tu recompensa, pues me siento de muy buen humor esta mañana —continuó el hechicero, exhibiendo su enigmática sonrisa—. Conozco tu precio; toma lo que desees, hoy me siento en verdad generoso.
Vosloora miró a su alrededor con menos deseo del que cabía esperar de alguien de su clase. De pronto, sentía que todo el oro del mundo no podía satisfacerle tanto como una respuesta. Mas no se atrevía a preguntarle a Frais, pues valoraba su mísera vida.
El nigromante le vio dudar.
—¿Acaso no hay nada en este lugar que atraiga tu atención? —preguntó, extrañado. Poseía tesoros de incalculable valor; cualquier otro habría señalado ya hacia algún arcón—. ¿No hay nada que satisfaga tu codicia, ladrón? Otros como tú ya habrían elegido su recompensa. ¿O tal vez dudas porque piensas que mereces más de lo que te atreves a coger? Has hecho un buen trabajo, ningún precio será demasiado alto en esta ocasión. Adelante, cobra lo que es tuyo.
Vosloora avanzó como empujado por algo o por alguien hacia un cofre que rebosaba de objetos de oro y piedras preciosas. Frais sonrió. Baratijas, todas ellas, podía prescindir de ésas y de muchas otras. Vosloora extendió el brazo, aunque no había pretendido hacerlo, y señaló...
—Bien —dijo Frais, mirando al Darok con complicidad.
Sobre una mesa había una bola de cristal. No era más grande que el puño de un niño y no parecía gran cosa, pero el dedo extendido de Vosloora la señaló con decisión.
La sonrisa de Frais vaciló cuando se volvió hacia el ladrón. La Ventana del Tiempo, el Ojo que todo lo veía. Había olvidado su existencia. Se esforzó en mantener una sonrisa amable.
—No creo que quieras llevarte eso, ladrón —dijo, con fingida jovialidad y falsa camaradería—, no vale gran cosa.
La frente de Vosloora se había perlado de sudor. Le costó hablar, pero lo consiguió.
—Habéis dicho que podía elegir yo mismo mi recompensa —fue lo que dijo—. Mi señor, esto es lo que deseo llevarme.
Frais carraspeó. En verdad se sentía muy satisfecho del trabajo que el ladrón había hecho para él. Había prometido darle cuanto deseara llevarse. No había puesto un límite a la recompensa, ni había enumerado los objetos que no debían ser tocados. Pero de ahí a entregarle el Ojo de Amunik...
—Esa bola está estropeada —dijo; esto era cierto—. No verás nada en ella. Yo no la consideraría un tesoro.
Llegó hasta el hombre y le tocó la mejilla, obligándole así a mirar hacia otro lado. Vosloora parpadeó, sintió que era liberado de algún hechizo y fijó sus ojos en el arcón repleto de cosas maravillosas.
—Hermosas joyas para agradar a hermosas mujeres —trató de convencerle—, ¿no es acaso lo que tu corazón desea?
—Sí, mi señor —dijo Vosloora, aturdido.
—Bien.
Frais se apartó unos pasos y señaló el cofre con su brazo extendido.
—Tómalo, pues —le invitó—. Te lo has ganado.
La cabeza del ladrón, liberada de la presión de la mano del hechicero, se volvió de nuevo hacia el Ojo de Amunik. Extendió su brazo hacia la mesa, cerró la mano en torno a la bola... y su tacto era suave, como si no estuviera hecha de frío cristal, como si estuviera viva. Y era cálida, y le hipnotizaba.
Frais le miró, porque le extrañaba que tardara tanto en acercarse a recoger su premio, y un alarido pugnó por abrirse paso desde su garganta.
Como alertado por ese grito que no llegó a producirse, Vosloora dudó antes de levantar la bola. Lo que vio en la expresión del nigromante le paralizó. Moriría por su osadía, ¿en qué estaba pensando? ¿Por qué se había empeñado en tener aquella cosa? Tembló.
Frais se acercó a él de nuevo. Su expresión distaba de ser amable.
Entonces el Darok habló.
—Dale su recompensa —dijo, y Frais se detuvo en seco al oir su voz—. Después de todo, no funciona, ¿no es cierto?
El hechicero forzó una sonrisa. De pronto, había perdido el buen humor.
—El caso es que no funciona —dijo—, mas veo que nada de lo que te diga te hará cambiar de opinión. No eres muy bueno como tasador. El trabajo que has hecho vale mucho más que ese trasto inútil.
—Es lo que deseo para mí, señor —fue capaz de decir Vosloora, aunque sentía que sus palabras no salían de su boca. Al menos, él no había pretendido decir aquellas palabras.
Frais recompuso la expresión de su rostro y sonrió al hombre.
—El código de honor de los ladrones obliga a éstos a cumplir su palabra —dijo, con desgana—, y yo cumpliré la mía, a pesar de que soy un ladrón diferente a ti, y me mueven otros motivos. Siempre le doy a cada cual lo que se merece, y tú me has servido bien. Adelante, cógela.
El hombre flaco no se atrevió a responder. Había tenido mucha suerte hasta ese momento, y no deseaba tentarla. Cogió su premio sin ser consciente de haberlo hecho y miró hacia la puerta, preguntándose si se le permitiría cruzarla.
Echó a andar, pero la voz del Mago Oscuro le detuvo. El ladrón volvió a temblar.
—Aún tengo necesidad de tus servicios, ladrón.
A Vosloora le costó hablar esta vez.
—¿...Mi señor?
Frais se le aproximó.
—Este libro que me has traído —dijo, con aire pretendidamente pensativo— es importante para mí, como has podido observar —señaló al dragón con una mano—. Pero aún me falta otro, más especial aún que éste, para poder... digamos, para poder llevar a cabo mi tarea. Tráemelo.
—¿Mi señor? —repitió Vosloora; tenía la garganta seca—. ¿Deseáis otro libro?
Frunció el ceño. No era eso lo que le había prometido. Robar un libro, sí, y más tarde... el reto que el ladrón había esperado toda su vida. El nigromante ni siquiera le había dicho el nombre de ese tesoro que era único en el mundo, y Vosloora no se atrevía a preguntárselo.
—Adivino tus pensamientos, ladrón —sonrió Frais de forma condescendiente—. ¿Qué tiene de especial un libro? Un libro no es algo único. Pero éste que ahora quiero lo es, en cierta forma. Cuando lo tenga en mis manos, podrás volver a Räel Polita en busca de ese gran tesoro del que te hablé. Mas no podrás obtenerlo mientras no sepamos su localización, ni te enviaré en su busca hasta que no tenga en mis manos... —se interrumpió, miró al dragón un instante y volvió a sonreír— lo que mis nuevos amigos y sirvientes han de encontrar para mí. Había pensado encargarle a otro esta nueva tarea, pero tú conoces bien los Archivos, ¿no es cierto? Alguien como tú sabrá encontrar el libro que necesito.
Vosloora carraspeó.
—¿Os referís a uno de los Libros Prohibidos? —se atrevió a preguntar.
Frais clavó en él sus ojos fríos y despiadados.
—Libros Prohibidos —repitió con desdén—. Así los llaman. Esos estúpidos reyezuelos. Poseen un tesoro que no valoran ni sabrían utilizar. Me asombra que no los hayan destruido aún.
—Ningún ladrón los ha encontrado —le recordó el hombre.
—Eso es cierto —asintió el nigromante, más calmado de lo que Vosloora habría esperado—. Mas no te inquietes, esos libros existen. Prohibidos, los llaman. Sagrados, eso es lo que son. Y yo los deseo. Uno en particular.
—Y queréis que yo encuentre ese libro para vos.
La sonrisa de Frais se hizo más amplia.
—Ahora comprendo por qué continúas vivo, ladrón, y a mi servicio. Eres más despierto que la mayoría, entiendes mis necesidades y acatas las órdenes sin protestar.
Vosloora inclinó la cabeza. Miró al suelo, pues no soportaba mirar el rostro de aquel lunático: su visión era tan aterradora como la de los Dragones Negros; podía mostrarse atractivo, amable y benevolente, pero escondía un monstruo tras esa sonrisa cordial con la que se ganaba al pueblo. Vosloora le detestaba tanto como le temía. Sus ojos se encontraron con la bola de cristal, que descansaba entre sus dos manos cerradas alrededor de ella de forma protectora. Era una sensación extraña, pero el simple hecho de tocarla le hacía sentirse protegido, como si fuera él y no la bola el que pudiera romperse en mil pedazos, como si fuera la bola de cristal la que cuidaría de que él no se quebrara, y no al contrario.
—Habéis invocado a los Dragones Negros —dijo con voz ronca. Estaba tentando demasiado a la suerte. Pero no podía mantener la boca cerrada. Era como si alguien a quien no podía ver le obligara a hablar—. ¿Qué más podríais desear, mi señor? ¿Qué más os pueden proporcionar otros libros?
La sonrisa se borró del rostro del Mago Oscuro.
—Eso no te interesa —dijo sin amabilidad.
Vosloora clavó el mentón en su pecho y decidió que había llegado el momento de despedirse.
—Pero eres listo, ladrón, como te acabo de decir. Podrás imaginártelo —Frais hizo una pausa, para luego añadir —. Y, dentro de poco tiempo, lo verás con tus propios ojos.
—La Guerra —aventuró el hombre flaco, deteniendo sus pasos de nuevo—. Pretendéis invocar a alguna otra criatura, más poderosa que los Dragones Negros, para iniciar una guerra.
El hechicero lanzó una carcajada.
—No llegas muy lejos, ¿será que no tienes imaginación? Y, sin embargo, te acercas un poco a la verdad. Ah —suspiró—, la guerra. La guerra trae muerte y dolor, y a veces nada se gana con ella. La guerra sólo es el comienzo. Al invocar a los Onii Darok he iniciado algo que no se detendrá. Guerra. Muerte. Destrucción —enumeró, haciendo pausas dramáticas que pareció saborear—. Venganza. Y, por fin, la victoria y la conquista total. El fin se acerca, pronto llegará el inicio de una nueva era. Lograré lo que mi predecesor no consiguió. Y todos aquellos que estén a mi lado vivirán, y tendrán cuanto han soñado toda su vida, mientras que nada quedará de los que se opongan a mí, ni serán recordados en los siglos venideros.
—Me alegra estar en el bando correcto —balbuceó Vosloora, quien pensaba que su anterior apreciación no era del todo correcta: aquel hombre no estaba loco. No. Era algo mucho peor que la locura.
Frais volvió a sonreír.
—Sabía que podía contar contigo —dijo.
—Ya estoy deseando recuperar para vos ese tesoro único del que me hablasteis —dijo el ladrón, esperando que el nigromante le diera alguna pista sobre ello.
Frais le miró con intensidad durante unos minutos que a Vosloora se le antojaron eternos. El Mago Oscuro trataba de ver en el interior de aquel hombre flaco y poco agraciado. El ladrón intentaba mantener su expresión de interés y servilismo. Resultó una batalla dura. El nigromante se metió las manos en los bolsillos de su túnica negra y se acercó al dragón, que seguía su conversación sin perderse una palabra. Fue un alivio para el hombre cuando aquellos ojos sin vida se apartaron de él. Le pareció que se había liberado de una pesada carga.
—Hermosa criatura —suspiró Frais, acariciando el pescuezo del dragón, que se dejó hacer, sumiso como un cachorro domesticado—. Poderoso. Leal. Letal.
Se volvió hacia el ladrón. Tenía una mano cerrada en torno a algo que le había sustraído al Darok.
—Ellos tienen una misión, igual que tú. Ellos buscarán una llave, y tú buscarás otra. Ellos, al Korceler; tú, el libro. No olvides su título: Lliure a'Nimm draait. Cuando lo tenga en mi poder, mi Señor regresará, y todo Thèramon será nuestro. Podrás ir a donde desees, hacer lo que siempre has soñado, tendrás riquezas y placeres propios de un dios, serás inmortal.
—Eso suena —dudó Vosloora, esforzándose en buscar las palabras que sonaran más convincentes— más que tentador, mi señor. No olvidaré el título de ese libro.
—Tráemelo —ordenó el nigromante, y le dio la espalda.
—Os lo traeré —prometió Vosloora, e hizo una reverencia.
Frais agitó una mano en el aire, y detrás de él la doble puerta se abrió con un chasquido. El ladrón decidió que se le estaba ordenando marcharse. No sintió el suelo bajo sus pies en su urgencia por salir.
—Ladrón —llamó Frais, justo cuando Vosloora estaba a punto de traspasar el umbral.
El corazón del hombre inició una loca carrera. Su frente se cubrió de sudor frío. Le venció el pánico.
—No deseo que te marches con las manos vacías —el nigromante se acercó a él con el brazo extendido—. Ya que has elegido una bagatela como pago por tus servicios, permite que te entregue algo que sí tiene un gran valor.
Abrió la mano y el ladrón vio sobre su palma una cosa negra de forma triangular. También se fijó en que el nigromante carecía de líneas en sus palmas, detalle que le alarmó y le intimidó por igual. Sólo entonces se percató de que no tenía la bola de cristal en sus manos. Se palpó el bolsillo de su capa, nervioso. El bulto bajo la tela le reconfortó. El hechicero continuaba hablando.
—Escama de Darok —decía—, poderosa, un regalo de Nonurg. Llévala siempre contigo. Te ayudará en tu misión y te protegerá.
Vosloora no se atrevió a negarse. Tenía la mano izquierda metida en el bolsillo y aferraba la bola de cristal como si se tratara del objeto más valioso del mundo. Con su otra mano, temblorosa, se apoderó de la escama negra y reprimió una mueca de repulsión. Era fría al tacto, y pesaba mucho más que la bola de cristal. No le gustó, pero el temor a enojarle le obligó a inclinar la cabeza a modo de agradecimiento.
—Debes partir enseguida —le recomendó Frais—. No hay motivos para retrasar la victoria.
—Como ordenéis, mi señor.
—Sé que no me decepcionarás. Ahora déjanos.
La puerta se cerró a espaldas del ladrón, quien echó a correr escaleras abajo como si de pronto le hubieran salido alas en los pies.
Frais se acercó a una mesa llena de cachivaches y los arrojó al suelo de un manotazo, mientras gruñía en voz alta y maldecía en un lenguaje arcano. Sus ojos llameantes podrían haber incendiado la puerta cerrada, a la que miraba lleno de furia. ¿Cómo había podido olvidarse de la Ventana del Tiempo? Ese maldito ladrón se lo había llevado, y era un objeto tan valioso...
—A ti no te servía —Nonurg le devolvió a la realidad—. Ese hombre se ha llevado un cristal, tan sólo eso. Tú has dicho que no funcionaba. Si tu poder no ha logrado despertar al Ojo, ¿crees acaso que un simple mortal con el corazón lleno de miedo podrá conseguir ver algo en su interior? Olvídalo, no tiene importancia.
Frais no quería olvidarlo. Esa bola de aspecto insignificante era un objeto único en el mundo. Algo le había impelido a apoderarse de ella. ¿Debía pensar que su intuición le engañaba a veces?
Llegó hasta el dragón y le acarició el pescuezo. Bien, no todo estaba perdido. El ladrón había aceptado la escama del Darok. Entornó los párpados y susurró:
—Bien, mi fiel ladrón, pronto averiguaremos si eres tan leal como tratas de aparentar.
—Has elegido a un hombre cobarde —dijo el Darok sobre su cabeza— para una misión tan importante.
Frais se apartó de la criatura para poder mirarla a los ojos.
—He elegido al mejor en su profesión —le explicó—. Cobarde o no, es el único capaz de encontrar ese libro y regresar con él.
—No dudo de que lo encontrará. Pero es un hombre débil —dijo Nonurg quien, como todos los Onii Darok, podía captar los más bajos sentimientos de los hombres.
—Y sin embargo es fuerte —le contradijo Frais, y se quedó unos segundos pensativo—. Su postura servil, casi aduladora... No sé qué creer. Me ha resultado difícil ver en su interior.
—Solamente es un dizseiim, no hay Magia dentro de él.
—No obstante, parece tocado por alguna clase de Magia. Es un libro cerrado para mí.
—Es codicioso, mas no de riquezas.
—¿Qué podría desear un ladrón, sino riquezas y tesoros?
Nonurg inclinó un poco su enorme cabeza.
—Hay una puerta sellada en su corazón —dijo—, y dentro guarda algo valioso e importante.
Frais hizo un gesto de desdén con la mano. Los secretos íntimos del hombre no le interesaban tanto como su pretendida lealtad.
—¿Traerá el libro?
Nonurg chasqueó la lengua.
—El poder de la escama que le has dado le obligará a hacerlo —dijo—, si resultara ser un hombre indigno de confianza. Te ayudará en tu misión y te protegerá...
Miró al hechicero de forma interrogante y algo divertida. Frais esbozó una sonrisa.
—Eso le he dicho.
—Pero no le has dicho eso —adivinó el Darok.
Frais rió.
—Poderosa criatura, ha sido una suerte conseguir este libro —suspiró, recuperado el buen humor—. El Korceler será mío antes de lo que esperaba.
La escama negra te obligará a seguir adelante y te protegerá de ti mismo, así como de las dudas que puedas llegar a albergar. Eso era lo que le había dicho. Aunque no era eso lo que el ladrón había entendido. Nonurg era muy listo. Encontraría rápidamente la pista del Korceler.
—Sal ahora, tú y los tuyos, husmea el aire y tráeme noticias —le ordenó—. Mata, consígueme poder. Ya sabes lo que tienes que hacer.
—Sí, amo —respondió Nonurg, con los ojos de nuevo encendidos. Ya podía oler la sangre, ya podía saborearla. Había esperado varios siglos este momento. Abandonó la habitación con un fuerte batir de sus gigantescas alas membranosas.
El Mago Oscuro permaneció unos minutos pensativo. Por fin, se acercó a una de las múltiples jaulas, la abrió y cogió entre sus manos a un cuervo negro medio desplumado. Le apretó un poco el pescuezo, y se lo acercó a la cara. El ave se retorció y se sacudió en vano.
—¿Aún recuerdas lo que es ser humano, pequeño traidor? —le preguntó al cuervo con una sonrisa de falsa camaradería—. Ésta es tu oportunidad de redimirte. Sigue a ese ladrón, infórmame de sus pasos, yo estoy ahora muy ocupado para preocuparme por él. Haz bien tu trabajo, y recuperarás tu forma original.
Soltó al cuervo y éste revoloteó hasta posarse en el alféizar de la ventana abierta. Desde allí, le miró de una forma casi humana.
—Recupera el Ojo de Amunik —ordenó Frais.
El ave movió la cabeza, como si asintiera.
—Si me fallas, no tendré piedad contigo —advirtió el hechicero.
El cuervo alzó el vuelo con la misma rapidez con que Vosloora había corrido hasta la puerta. Frais regresó a la alfombra y al atril, y allí volvió a abrir el libro y permaneció largo rato leyendo."
¡No me lo puedo creer! Hoy soy la primera en dejar comentario en tu entrada, jajaja. Veamos, este relato me ha gustado más que los anteriores pero no me preguntes por qué. Quizá tenga que ver mi estado de ánimo, pero ha conseguido mantenerme pegada a la pantalla cada segundo de cada minuto que he tardado en leerlo. Sigo sin ver muy claro quién es el malo y quién es el bueno en esta historia, pero es culpa mía, no sufras; probablemente soy demasiado realista o demasiado tonta para entender al 100% el complejo mundo de Thèramon, me pierdo con tantos nombres y tantos mundos y tantas eras. Sigo pensando que debería hacer un cursillo intensivo para entender la literatura fantástica... o leer más libros del género, pero te prometo que hasta el día de hoy sólo tú has conseguido atraparme en esa telaraña mágica... Tengo ganas, MUCHAS GANAS, de que ya por fin salga el libro en papel y pueda leerlo de una tirada y hacer anotaciones y post-it y relaciones entre unos personajes y otros. De todos modos, repito, este relato ha estado genial; me gusta el estilo de frases cortas, directas, sin perderte en circunloquios, yendo al grano y sin palabras rebuscadas. Me siguen gustando más las historias de las mujeres guerreras, las Mazome ¿?, quizá porque me siento -o me gustaría pensar que me siento- identificada con ellas... Pero en conjunto, y aunque no he aprendido aún a sacarle todo el jugo a la historia, sigo perdidamente enganchada a ella. Así que te dejo deberes para el próximo domingo si las Musas colaboran como deben: otro capítulo igual o más fascinante que este. Ya sabes: hay que superarse día a día.
ResponderEliminarBea, el otro día estuve pensando que los malos malos tienen apariencia simpática y que los malos buenos se esfuerzan en parecer muy malos. La señorita Rottenmeier de Heidi por ejemplo sería un ejemplo de mala buena porque guarda un gran corazón por dentro pero tu Frais se puede permitir el lujo de ser hasta generoso con el ladrón y de acariciar el lomo del Dragón porque es todo maldad por dentro y sabe que por muy simpático que se muestre seguirá siendo el más temido. Este episodio ha estado mejor que nunca aunque yo no sé qué puedan tener de malo los otros episodios de todas formas. Felicidades por tu extraordinaria capacidad.
ResponderEliminarMadre mía, pero qué tiene esa bola de cristal? lo que sospecho es que, quizás Vosloora no logre ver en su interior, pero alguien de su entorno lo conseguirá y meterá al nigromante en un serio problema. Es una suposición xd. Por cierto, me dirás que estoy loca pero... te puedes creér que le veo un puntito atractivo al nigromante? Le veo un personaje tan manipulados, sabío e inteligente, que me incita querer conocerle más.
ResponderEliminarLo que no entiendo es como Dayna, una mujer valiente, capaz e independiente, le vio algo a Vosloora. Puede que fuera muy atractivo en un pasado, pero de verdad que me parece demasiaso cobarde. ¿Qué atractivo puede tener un hombre así? me gustaría que Dayna me lo explicara algún día xd.
El díalogo en esta entra, entre nigromante y ladrón, me encantó. Está lleno de profundidad y me hizo gracia cuando Vosloora escogió justamente lo que el nigromante no esperaba. Me gustó mucho la tesitura en que pusiste a este personaje xd.
Ya ves, me tienes repletas de preguntas y de conjeturas, Bea. Eso sólo puede significar una cosa. ¡Qué quiero descubrir si estoy en lo cierto o no!
Interesante Bea, pero lo leo a trozitos, ya sabes, estoy como estoy. Pero has conseguido hacerme volver, para leer un trozito mas, hasta que lo termine.
ResponderEliminarHacía tiempo que no me perdía por estas tierras, esta chulo el relato.
ResponderEliminar¡Hola! Ya lo he leido! Me ha gustado mucho!
ResponderEliminarDice Frais: Detesto el miedo, propio de ratones, ¿es eso lo que eres, ladrón? Hombre, si vas acojonando al personal normal que te tengan miedo jajaja
¿Qué son las narinas?
Por cierto, mi primer intento de libro trataba sobre un objeto que se llamaba Ojo Púrpura, y tengo un relato sobre eso. Me recuerda mucho al Ojo de Amunik ;)
Sigue deleitándonos con esas historias!
Saludos desde Erthara
Excelente narrativa, un gusto leerte.
ResponderEliminarte deseo una buena semana.
saludos.
Pasada la gripe que al final no fue gripe pero que me ha tenido toda la semana en la cama después del trabajo, puedo por fin acercarme a mi rinconcito a daros las gracias a todos por vuestros maravillosos comentarios.
ResponderEliminarJules, me pones el listón cada vez más alto, pero me haces un gran honor cada vez que hablas de Thèramon. Gracias por todo, gracias siempre, te quiero, preciosa.
Luis, no te dejes engañar, Frais no conoce la generosidad...
Raquel, estás en lo cierto, esta vez has acertado en todo!! En cuanto a la atracción de Dayna por el ladrón, dentro de unos capítulos te sacaré de dudas... Me encanta que te encante, mi niña! Besotes, mi Reicaal.
Silvia, Juank, gracias por volver y por vuestra opinión, me animáis a continuar, supongo que ya lo sabéis. Besos!
Sergio, tu apreciación me hizo reir durante un buen rato!! Este capítulo debía ser especial para ti, ¿no querías organizar una expedición para ir en busca de la Ventana del Tiempo? Pues aquí la tienes, aunque en esta Era se la conoce con otro nombre...
Ricardo, bienvenido, y gracias por tu opinión. Ven siempre que quieras, en Thèramon hay un hueco para todos y todos son siempre muy bien recibidos.
Muchas gracias, no me canso de agradecer el tener tan magníficos compañeros de viaje.
Océanos de amor!!