jueves, 19 de enero de 2012

Seamos héroes

El camino del héroe es un camino solitario.
Ya he hablado de esto antes. El héroe tiene un destino que cumplir, y ha de cumplirlo le guste o no, recordad que uno no siempre elige convertirse en un héroe. Atreyu era muy feliz cazando búfalos, antes de ser llamado por la Emperatriz Infantil. Frodo Bolsón era muy feliz en su agujero-hobbit, antes de recibir el Anillo Único. Jack Sawyer era muy feliz viviendo con su madre, antes de conocer a Speedy Parker y probar el zumo mágico que le llevó a Los Territorios.  Hasta Harry Potter era feliz en Hogwarts, antes de saber que existía una profecía que hablaba de él y del Señor Tenebroso. El héroe no sabe que está destinado a ser un héroe, y el desconocimiento le hace feliz. Pero cuando por fin lo descubre, no duda a la hora de dejar todo aquello que conoce y ama, y emprender un viaje en solitario y una búsqueda incierta. Y creo que no es el resultado de su aventura lo que le convierte en un personaje de leyenda, sino su corazón valeroso, que le dice ¡adelante! a pesar de las dudas, del temor y de la razón, que le grita advertencias y le recuerda lo que ha sabido desde siempre: que no es especial, que el destino del mundo no depende de él, que nada de lo que haga va a cambiar las cosas, ni va a mejorar el mundo. 
Podría ser que el corazón sea más sabio que la razón. Podría ser que el corazón estuviera ciego, o loco. Yo quiero pensar lo primero. El corazón habla, y muchas veces no le escuchamos, porque la razón, el miedo y las dudas gritan más fuerte. Pero cuando le escuchamos... ah, cuando le escuchamos, descubrimos que tenemos un destino que cumplir, y es emocionante, y es fantástico, y es enriquecedor, y nos sentimos especiales por formar parte de algo que es más grande que nosotros mismos. E iniciamos el viaje, con miedo, con dudas, solos... Pero vamos encontrando a otros por el camino, y algunos de esos otros nos van a acompañar hasta el final, porque su destino va ligado al nuestro. Y sólo por haberlos conocido, ya merece la pena haber empezado el viaje. 
El camino no sólo está lleno de obstáculos. Aprendamos a valorar y a disfrutar de esas etapas del viaje en las que el sol brilla con fuerza y nos sentamos a descansar y a compartir con otros: conversación, ilusiones, dudas, sueños... afecto. Porque el gran tesoro no se encuentra sólo al final del camino. A lo largo de los últimos ocho meses, yo he ido encontrando tesoros muy valiosos, que me animan a seguir adelante. Tú eres mi mayor tesoro. Y formas parte de mi destino. ¿Sigues haciendo el viaje a mi lado? Nos quedan muchas aventuras fantásticas y maravillosas por vivir juntos. También enemigos y obstáculos, pero ¿quién quiere rendirse ahora? 
Seamos héroes. 
Los dioses están de nuestro lado.
Y yo sigo creyendo en ti.


© Bea Magaña (Reservados todos los derechos)


JUNTO A LA ORILLA DEL RÍO (I)

"Estaban cruzando el río con grandes dificultades. Una caravana de hombres y mujeres a caballo y a pie, dos carros y muchos niños, y un perro famélico. Los caballos no tenían grandes problemas, pero los carros se hundían en el agua y se negaban a avanzar. Un grupo de hombres empujaba los carros y Dayna escuchó sus gritos antes de haberles visto.
    Era una mujer a caballo mirándoles desde la otra orilla. La ignoraron, pues estaban demasiado concentrados en su tarea. Dayna sujetaba su espada pero no la había desenvainado. Les observó llena de curiosidad, como cuando era una muchacha joven que desobedecía las Leyes de su tribu. Las mujeres no ayudaban a sus hombres. Algunas cruzaban el río a pie, llevando a sus hijos en brazos. Dayna sintió que le ganaba la tristeza al recordar a su propio hijo.
    El muchachito echó a correr en dirección a ella, y el can le siguió. El río no era demasiado profundo para el niño, pero el animal se vio nadando cuando el agua se lo tragó y dejó de hacer pie. Dayna observaba la escena un poco divertida y un mucho preocupada. Parecía que nadie hubiera alimentado a ese pobre chucho en muchas semanas. El agua lo arrastró como a una hoja. El perro gimoteó, y el niño saltó para alcanzarlo, pero cayó de bruces y también se vio empujado por la corriente. Dayna no dudó. Espoleó a su yegua y se adentró en el agua en busca del animal. Lo agarró con una mano, como si se tratara de un fardo, y la yegua chapoteó en busca del niño, al que Dayna también alzó, demostrando una fuerza propia de un hombre adulto. Con el niño sobre su montura y el can en su mano, regresó a la orilla. Allí descabalgó. El niño estaba empapado como su animal. Dayna se arrodilló junto a ambos.
  Desde el río, los hombres habían seguido la escena con el ceño fruncido. Una mujer se adelantó y, con la falda arremangada, corrió torpemente hacia la orilla.
    El niño se incorporó, tosió un par de veces y por fin miró a Dayna. Nunca había visto una mujer como ella; vestía de forma extraña, y era hermosa, muy diferente de las mujeres que vivían en su ciudad. Se sintió hechizado, sin saber que a todos los Samurii Männar les ocurría lo mismo cuando veían a una Drin Mazome.
    —Has salvado a Huesos —exclamó, agradecido—. Creí que el río se lo tragaba. Y a mí también.
    Dayna miró al niño con la sorpresa pintada en el rostro.
    —¿Llamas Huesos a este pobre animal? —el niño asintió—. No es un nombre muy amable. Aunque bien saben los dioses que es apropiado para él, realmente es un saco de huesos. ¿Acaso no lo alimentas?
    La madre del niño salió del río y corrió hacia su hijo, llena de preocupación y temor.
    —La verdad es que ninguno de nosotros se ha alimentado demasiado bien desde hace semanas —dijo el niño con cierta tristeza—. Cuando vivíamos en Pleadûr comíamos varias veces al día, mi madre hace los mejores guisos que he probado nunca, pero ahora sólo viajamos día y noche y no nos detenemos para comer. Los niños vamos sentados en uno de los carros y comemos carne fría, pero nuestros padres prefieren seguir caminando, creo que tienen miedo de parar mientras sigamos en Samura Dalnu.
    Dayna sintió que la invadía la preocupación. Pleadûr se encontraba a varios días de viaje de Maindûr, el hogar del hombre oscuro. Esas gentes parecían estar huyendo de su influencia. Se preguntaba cuánto habría adelantado el hombre oscuro desde que ella se viera exhortada a partir. Había pasado un mes y medio. El tiempo avanzaba, se les acababa. Y ella no había cumplido la misión que le encargara el amado de los dioses.
    —Estáis huyendo —dijo en voz baja. No era una pregunta.
    —No somos los únicos —dijo el niño—. Mucha gente se marcha, tienen miedo del Benefactor.
    Dayna le miró con el ceño fruncido. No comprendía de qué hablaba el muchacho.
   —Mi padre no confía en él. Cree que el Benefactor trajo a los Dragones Negros, aunque muchos otros piensan que el Benefactor nos salvó de ellos. La mañana que Aeblir se apagó, ¿lo viste? Tal vez no llegó hasta aquí, pero en Pleadûr lo vimos. Yo pienso igual que mi padre, que el Benefactor es un Mago Oscuro.
    La madre del niño llegó hasta ellos, pero no se atrevió a acercarse a la Mazome. Temía por su hijo, y temía por ella misma.
    —Vic —llamó.
    El niño no la miró.
   —Mis padres no creen que sea tan bueno como quiere hacernos creer. Le tienen miedo. Hay soldados en todas las ciudades, y la gente desaparece. Mi padre dice que no todos los desaparecidos se fueron.
    —Vic, ven aquí —volvió a llamar la mujer.
    —Mi familia cogió sus pertenencias y ahora vamos todos en busca de un lugar seguro —continuó el niño, ignorando a su madre.
    —¿Crees que hay algún lugar seguro en Thèramon?
    Vic no pudo responder, pues su madre se atrevió a acercarse, le cogió del brazo y le apartó de la desconocida. Dayna se puso en pie y la madre del chico dio un paso atrás, llena de desconfianza. Era una mujer menuda, y vestía tanta ropa que Dayna a su lado parecía desnuda. Era evidente que estaba asustada. Dayna comprendía el motivo. El niño no parecía saber que ella era una Drin Mazome, pero su madre la había reconocido. La temía. Dayna no supo qué decir para aliviar su inquietud.
    La recién llegada tiró del niño, pero éste opuso resistencia y se deshizo en protestas.
    —Es una salvaje de las Praderas —cuchicheó la mujer, casi escandalizada—. No debes hablar con ella.
    —Pero, madre, ha salvado la vida de Huesos.
    Varias mujeres más llegaron hasta ellos. Todas miraron a Dayna con curiosidad y temor entremezclados. El niño luchaba por soltarse.
   —Y lleva armas —continuó diciendo su madre—, no debes fiarte de una guerrera de las Praderas armada hasta los dientes. Se dice que se comen a los niños pequeños.
    —Los Elfos Oscuros roban y se comen a los niños pequeños—dijo Dayna, en parte ofendida y en parte divertida—. Yo también he sido madre. No le haría daño a este niño.
    Señaló al muchacho, y éste sonrió. La mujer desconocida le gustaba. Aunque no fuera una de ellos. Su madre no supo qué responder, pues había pensado que esa mujer no comprendía su idioma. El niño se soltó.
    —¿Has visto algún Elfo Oscuro? —preguntó, lleno de interés.
    Dayna asintió.
   —He matado a muchos —dijo—. Las Drin Mazome y los Elfos Oscuros estamos en guerra desde el principio de los tiempos. Roban a nuestros hijos. Sin duda sirven al poder que ha despertado a los Dragones Negros.
    Las mujeres ahogaron gemidos de terror y desesperanza. Algunos niños se escondieron tras las faldas de sus madres. Huesos se estremeció, aún tendido sobre la arena caliente.
    —Piensas igual que mi padre —dijo el niño llamado Vic—. Seguro que os caeréis bien.
    Dayna miró al río. Los carros habían alcanzado la orilla, y los hombres se acercaban a paso rápido.
    —Las mujeres salvajes matan a nuestros hombres —le explicó la madre a Vic—. No se caerán bien, hijo mío, pues están llenas de odio hacia todos los hombres.
    Dayna bajó la cabeza e hizo una mueca de tristeza. Vic la miró, implorante.
    —¿Eso es cierto? —preguntó. No quería creerlo. Esa mujer le gustaba. Le había parecido amable.
    Los hombres llegaron hasta el grupo y se detuvieron. En sus miradas había algo más que cierto temor respetuoso. Para los Samurii Männar, las Drin Mazome era criaturas exóticas y deseables, al igual que peligrosas. Pero aquélla estaba sola, y no parecía dispuesta a desenvainar su magnífica espada.
   —Mis hermanas luchan contra los hombres que tratan de invadirlas o hacerles daño—asintió Dayna, por fin—. Pero ahora no estamos en guerra, no en este lugar. Todos tenemos un enemigo común, y no importará a qué tribu pertenezcamos o cuáles sean nuestras creencias, sólo podremos derrotar al hombre oscuro si nos unimos todos contra él.
    Vic se apartó de Dayna y miró a sus familiares. Volvió a mirar a la Mazome. Después, a su perro. Suspiró.
    —¿Tienes intenciones de atacarnos ? —preguntó por fin a Dayna.
   Ésta alzó la cabeza, le miró, observó luego al grupo de hombres y mujeres y niños que casi la rodeaban. Esbozó una sonrisa que nada tenía de alegre.
   —¿Crees que podría vencer en una pelea contra todos vosotros? —sacudió la cabeza—. Las Mazome no somos estúpidas. No empezamos una batalla sin un motivo, y no salimos solas a guerrear.
    —Podría vencernos a todos, no obstante —dijo uno de los hombres, y se adelantó hacia Dayna—. Pero no creo que nos ataque, pues tiene razón: todos tenemos un enemigo común ahora. Mi nombre es Viktor Zepfel. Habéis salvado la vida de ese pobre chucho, al que mi hijo adora. Mi deber es daros las gracias.
    El hombre le tendió la mano, y Dayna dudó unos segundos antes de decidir que lo correcto era estrechársela. Las Drin Mazome no se saludaban de aquella forma. Esbozó una sonrisa al pensar que estaba quebrantando otra Ley de su tribu.
    —Soy Dayna —se presentó—. Como veis, viajo sola, y no es mi intención atacar a ninguna caravana, si no representa ningún peligro para mí.
    —Creedme, Dayna, no hemos huido del odio para descargar el nuestro contra otros dizseiim. Consideradnos amigos vuestros.
    —¿También tú estás huyendo? —preguntó Vic, animado por el gesto amable de su padre.
    Dayna negó con la cabeza.
   —Lo que os ha hecho abandonar vuestro hogar no ha llegado a Drinveld Meara —dijo, y se puso seria—. Las Drin Mazome no huimos; si el hombre oscuro decide poner sus ojos en el Mar de Hierba, mis hermanas lucharán hasta la muerte, pero no dejarán su hogar.
    —Nosotros no somos tan valientes —dijo el niño, y agachó la cabeza.
    Los ojos de su padre se apagaron.
    —Las Mazome nacemos para la guerra —dijo Dayna, y puso una mano sobre el hombro de Vic—. No existe mayor honor en hacer lo que cada uno sabe. Vic, no pienses que tu familia ha obrado cobardemente; encontraréis a otras gentes, y les haréis saber lo que está ocurriendo en Samura Dalnu. Los que mueran allí no podrán advertir a nadie.
    Vic alzó la cabeza y la miró con ojos tristes. No le había convencido.
    —Habéis hecho un largo viaje a través de tierras peligrosas —insistió la Mazome—. Tus padres han arriesgado sus vidas por salvarte de ese hombre oscuro, quien seguramente les conoce y les ha tachado de traidores. Hay que tener mucho valor para abandonar lo que se conoce y atreverse a provocar la ira de un hombre malvado y poderoso.
    Viktor Zepfel esbozó una sonrisa llena de gratitud cuando vio la expresión radiante de su hijo.
    —Tienes razón —exclamó el niño—, llevaremos las noticias a otras ciudades y así los demás países estarán prevenidos.
    Dayna asintió.
    —Valiente muchachito, un día harás que tus padres se sientan muy orgullosos de ti.
    —¿Vendrás con nosotros?
    —No —dijo Dayna—. He dejado mi aldea y a mis hermanas y he llegado hasta aquí para buscar a una persona. Mi camino no es alertar a otros, lo siento.
    —No es seguro viajar solo en estos días —dijo Zepfel con expresión seria—. Nosotros, aun siendo un grupo numeroso, no nos hemos atrevido a detenernos por temor a ser asaltados. Se dice que cerca de aquí viven los Philias Buster, y hemos pensado que a este lado del río podríamos evitar sus tierras.
    —Sois sensatos, en verdad. La Playa de Buccane es un lugar peligroso. Los piratas de tierra no necesitan caer bajo la influencia del hombre oscuro para dejarse llevar por sus instintos asesinos. A este lado del Mesagua estaréis a salvo de ellos. Evitad también el sur de Sàaräni-Erye, donde moran los Thâr Darmanii, hombres crueles que no dudarían en mataros para robar vuestros caballos.
    —Deberíais acompañarnos —invitó Viktor Zepfel, preocupado—. Estaréis más segura con nosotros. Hay lugar en los carros para uno más.
    —Sois amables, y agradezco vuestro ofrecimiento. Me gustaría serviros de guía. ¿Hacia dónde os dirigís?
    —Vamos a Räel Polita —respondió la madre de Vic, para sorpresa de todos—. Perdonad mi hostilidad inicial, Dayna. En ocasiones, los niños están más acertados que los adultos. Os juzgué por vuestro aspecto; ahora que os escucho hablar, sé que podemos confiar en vos.
    —Vivimos tiempos oscuros —la disculpó Dayna—. Me temo que dentro de poco no sabremos en quién confiar. Id con los dioses, Samura Dalnu ha quedado lejos y ya no hay peligros que os acechen.
    —¿No vendréis con nosotros? —preguntó Viktor Zepfel.
    Dayna negó con la cabeza.
   —Yo seguiré el curso del río. Vosotros debéis continuar en línea recta hacia el norte. Dentro de un par de semanas os encontraréis de frente con el Mesagua, hay un puente de madera, cruzadlo, y os hallaréis en un país nuevo, el que buscáis, si así lo quieren los dioses. No puedo deciros más, pues nunca he llegado más allá de ese puente.
    Algo le decía que lo haría en esa ocasión.
   —Veo que no podemos convenceros —dijo el hombre—. Pero tal vez querréis acompañarnos un rato. Haremos noche aquí, pues decís que en este lugar estamos a salvo. Nos agradaría compartir nuestra comida con vos, Dayna. Tal vez, después de cenar y descansar, cambiéis de opinión y decidáis venir mañana con nosotros.
    Vic miró a la Mazome esperanzado. La madre del niño movió la cabeza, en un intento por convencerla. Dayna asintió.
    —Comeré con vosotros —dijo—, y os diré adiós al amanecer.
   Olvidando los odios ancestrales que existían entre sus pueblos, la Mazome y los Samurii Männar comieron y hablaron durante toda la tarde. Dayna tuvo conocimiento de la existencia de Dragones Negros en Samura Dalnu; supo por ellos que el nigromante, al que ellos llamaban Benefactor y Dayna hombre oscuro, había convertido las ciudades en lugares sombríos en los que la gente temía y odiaba por igual, en donde nadie se sentía seguro ni cerrando las puertas de sus casas por dentro. Ellos no eran los primeros en huir, muchos parecieron adivinar los propósitos de Rodan Frais tiempo atrás y las ciudades se habían ido vaciando poco a poco. Caravanas de hombres y mujeres viajaban cada día siguiendo diferentes caminos, con los ojos atentos y los corazones temblorosos, y todos se dirigían a Minroq Dalnu, pues se decía que la esperanza se hallaba en la Ciudad de los Reyes. Dayna escuchó y almacenó en su cabeza toda esta información, que sin duda le sería útil en algún momento.
    No durmió, al contrario que sus nuevos amigos. Después de un mes y medio de viaje, los familiares de Viktor Zepfel habían dejado de temer que el largo brazo de Rodan Frais les alcanzara. Sobre los carros y debajo de ellos, arropados con mantas, hombres, mujeres y niños se acomodaron y descansaron bajo la mirada curiosa y triste de Dayna. Ella nunca había dormido abrazada a nadie. Sólo una vez, abrazada a su hijo, y hacía tanto tiempo que casi había olvidado la sensación de calidez. Las Mazome no demostraban su afecto. Una mano en el hombro, un abrazo fugaz, una mirada llena de fuerza era todo lo que se permitían. Dayna envidiaba a aquellas gentes. Las mujeres dormían abrazadas a sus hombres, les besaban, acariciaban sus cuerpos bajo las mantas y suspiraban o gemían ante las caricias correspondidas; Dayna suponía que ésa era su forma de dar y recibir amor. Los Semilla fecundaban a las Drin Mazome, pero no las amaban. Y aquel acto desprovisto de amor tenía lugar en una cabaña con las ventanas selladas, mientras que a estas personas no parecía importarles que sus vecinos los vieran o escucharan sus gemidos. Para ellos parecía habitual mostrar su afecto en público.
    De pronto, Dayna se sentía muy sola.
    Un bebé rompió a llorar en uno de los carros. Alarmada, Dayna se levantó y fue a ver qué ocurría. La madre de la criatura lo tomó en sus brazos y le arrulló. Miró a la guerrera y esbozó una sonrisa.
    —Es su hora de comer —susurró—, no le ocurre nada malo, Dayna, volved a dormiros.
    La nostalgia se apoderó de la Mazome.
    Se sentó en el suelo, sobre una manta, y apoyó la espalda contra la rueda del otro carro. No podía dormir.
    En algún momento, Vic llegó y se sentó a su lado.
   —Me gana la emoción —confesó el niño en un susurro—, porque hemos dejado Samura Dalnu y vamos a conocer un país nuevo. No puedo dormir. Me pregunto si encontraré amigos en Räel Polita.
   Hablaron hasta el amanecer, en voz baja para no despertar al resto del grupo. En realidad fue Vic quien habló, sobre su ciudad y sobre las costumbres de sus gentes, era un niño muy comunicativo, no se cansaba de hablar. Dayna le escuchó y le miró a la luz de la luna, y pensó mucho en su hijo. Ya debía tener veintidós años. No se permitió llorar.
   Al amanecer, se levantó del suelo y fue a preparar a su yegua para continuar el viaje. Vic no se apartó de su lado en ningún momento. Los Samurii despertaron y vieron a la guerrera a lomos de su montura. Viktor Zepfel se acercó a ella y le preguntó si había cambiado de opinión. Insistió en que les acompañara, pero Dayna no se dejó convencer.
    La expresión de tristeza de Vic la conmovió. Bajó al suelo y se acuclilló frente al niño.
   —Una vez tuve un hijo —le explicó, antes de despedirse de él para siempre—. Las Leyes de mi pueblo nos obligan a sacrificar a todos los varones, y yo me lo llevé lejos para salvar su vida. Lo abandoné cerca de este lugar, y he vuelto para recuperarlo. No puedo acompañaros, Vic, ¿lo comprendes?
    El niño asintió, con los ojos húmedos y los labios fruncidos en un mohín de tristeza y disgusto.
    —¿Crees que volveremos a vernos?
    —Los tuyos tienen muy claro cuál es el final de su viaje. Yo no sé a dónde me llevará el mío.
    Vic la abrazó, y fue algo nuevo para ella.
    —Ojalá encuentres a tu hijo.
    Dayna esbozó una sonrisa.
   —Cuida bien de Huesos. Y si empieza a engordar, dale un nuevo nombre, será más feliz. Ve con tus padres, están esperando por ti.
   Vic asintió, suspiró, llamó a su perro y echó a andar hacia los carros. De pie junto a su montura, Dayna le siguió con la vista. El niño se detuvo, volvió la cabeza, saludó con la mano. Dayna alzó la suya. Por fin el muchacho echó a correr y se reunió con los suyos. Viktor Zepfel, que rodeaba con un brazo la espalda de su esposa, hizo una señal de despedida con la mano; su mujer le imitó. Dayna levantó la suya y les mostró los tres primeros dedos en un gesto que para las guerreras solitarias significaba paz, suerte y valor. Después montó y les dio la espalda. Seguiría el curso del río.
    Suspiró. Al ver a todos esos chiquillos tan felices junto a sus madres, le había ganado la nostalgia. Había tenido un hijo y no lo había disfrutado. ¿Habría sido él feliz? Había perdido demasiado tiempo, cuando le encontrara ya no podría recuperarlo.
    Si lo encontraba.
    Se puso en marcha."

22 comentarios:

  1. yo te seguiré hasta los confines del infinito universo!!!!

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  2. ¿Eso significa que te ha gustado el capítulo?
    8)))

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  3. por supuestisimo que siiiiiiiiiiiiii que cosas tienes mi niña

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  4. Dayna es muy heroica pero muy humana porque es muy inteligente porque escucha mucho a su corazón. Nada que ver con Bush, Bin Laden ni Obama. Y tus historias tienen la consistencia del hierro pese a estar forjadas en el aire.

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  5. Hacía demasiado tiempo que no te dejaba comentario, mal, muy mal. Pero aquí toy, no me he podido poner al día, pero si he disfrutado de tus mundos de fantasía y vitalidad, hay que ver como describes los paisajes y las rutas, caminos, las montañas, un todo, un total, que hace que Théramon sea tan jodidamente real en mi cabeza, uufff, magnifico siempre tu don para plasmar imagenes en nuestras cabecitas eh? Lo que nunca me explicaré es como consigues enlazar tantos divinos personajes y sucesos ara que no se te despunte la historia, yo ya los habría dejado en bragas con alguna incongruencia. Bueno, no me hagas mucho caso princesa, que hoy estoy algo ida jejejeje serán los virus que aun me duran en el cuerpo jejeje
    Besos inmensos mi Bea preciosa, te me cuidas mucho mucho, que voy a seguir dandome una vueltecita por aquí :DDD

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  6. Querida Irene, siempre es un placer tenerte de visita!! Tus palabras me animan muchísimo, ya lo sabes, viniendo de tan espléndida narradora son un honor para mí.
    Mis personajes están vivos y actúan por su cuenta, creo, ellos hablan con mis Musas, mis Musas escriben a través de mis manos, y el resultado es lo que lees, me agrada saber que te parece bueno, porque no conozco otra forma de escribir.
    Deseo que te mejores, reina, y sigue etiquetándome, que sabes que adoro leer tus escritos. Besos mil!!

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  7. "El camino del héroe es un camino solitario.
    Ya he hablado de esto antes. El héroe tiene un destino que cumplir, y ha de cumplirlo le guste o no, recordad que uno no siempre elige convertirse en un héroe.[...]". Perdona el parafraseo, madre dragona pero desde ahí, en el nacimiento de la presentación, hasta el punto final del episodio me ha encantado, pero es que esa introducción me gusta especialmente. Como prometí, a la primera que he podido escaparme, aquí he llegado. Ya vemos que eres una maestra para el relato y para moldear la fantasía. No quiero perderme el viaje tan apasaionante que llevan. Espero seguirte al día y tener que comentarte mucho. Un besote.

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  8. Quizás no deberíamos olvidar que los héroes no dejan de ser personas con grandes sentimientos que se enfrentan de repente a una situación en a que su reacción rápida y sagaz consigue salvar muchas vidas... Y sí, Bea, todos estaban muy felices y tranquilos ante de convertirse en héroes.
    A mí me gusta mucho Dayna, su manera de ser, de luchar, de explicarnos sus historias. ¡Me ha encantado el capítulo de hoy!
    ¡Un beso enooooorme!!!

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  9. Muy cierta tu reflexión sobre los héroes, mi amiga Bea.
    Ohhhh me encantó esta entrada, me encantó el niño Vic. Tan lleno de ternura e inocencia. Gracias a él, hemos visto un lado sensible de Dayna y eso me encanta. En realidad cada entrada me gusta más que la anterior.
    Sería genial que Vic y Dayna se volvieran a encontrar, sería genial que Dayna conociera a su hijito.
    A la espera estoy de más entradas! Un besazo, guapa!

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  10. No me gusta. Lo detesto. Odio tener que esperar una nueva entrada en tu blog... Me recuerda cuando me compré "El pasillo de la muerte" de Stephen King que salió a la venta en quioscos por entregas. Fue realmente desesperante el leer el libro por partes y tener que esperar una semana a que llegara la siguiente. Pues contigo pasa lo mismo. Debería volver a aparecer la figura de los Mecenas, pero de los buenos, de los que se encargaban de la manutención de sus protegidos a cambio de que estos realizaran sus obras. Así, podrías escribir y escribir... Por cierto: ¿¡qué haces leyendo los comentarios!? ¡¡¡Ponte a escribir ahora mismo!!!! Besitos amorosos (no todo va a ser regañinas ;P)

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  11. Entrada a entrada, mi intuición se ha convertido en un hecho. Dayna cumple mis expectativas y se está convirtiendo en mi personaje favorito. Es toda una heroína, sin necesidad de poderes especiales, a veces sólo se necesita voluntad y el deseo de querer conseguir aquello que deseamos. Levantarnos tras caer, ese es otro superpoder que nos hace invencibles.
    Un relato precioso, Bea. Ultimamente siempre les encuentro similitudes con la realidad del día a día en lo que a sentimientos se refiere.
    Un beso muy grande, mi niña!!!

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  12. Mi querido niño rubio adoptado, no sé qué me gusta más, si lo de "maestra para el relato" o si lo de "madre dragona"... ¡Qué demonios! Lo de madre dragona me ha llegado más al alma!!
    Tu visita me hace muy feliz, J.J(I), así que ya sabes lo que tienes que hacer para verme sonreir: dejarme un besote cada vez que vengas de visita 8))

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  13. Querida Pat,todavía no has visto a Dayna luchando, te recuerdo que es una mujer guerrera, hasta ahora sólo la hemos visto avanzar en pos de algo que no sabe si existe, guiada por la fe y por su sentido del honor. Espera a que estalle la guerra, yo estoy deseando verla entrar en acción!!
    Gracias por tu comentario, linda, me animas cada vez que voy a visitar tu blog, y me animas ahora aquí, ¿cómo voy a perder la sonrisa?
    8))
    Besos, y que se mejore tu pierna!!

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  14. Mi Reicaal, Vic vuelve a aparecer en esta historia más adelante, y tiene un papel fundamental... no digo más. Pensaba colgar los capítulos que hablan sobre Dayna y el ladrón, y mostraros a otros personajes, otros lugares... pero ya que te ha gustado tanto Vic, creo que seguiré un poco más con esta historia antes de pasar a presentaros a los Lil Xaii.
    Uf, tengo tanto que contaros que voy a tener que currarme una entrada explicativa en condiciones!
    Muchos besos, karendin de mi corazón!!

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  15. Querida Susana, a mí también me pasó lo mismo con El pasillo de la muerte. Sabes, a veces cuelgo un capítulo y casi nadie deja un comentario, y me quedo con la sensación de que no ha gustado demasiado, y tardo en volver a colgar otro, porque pienso que el último no ha estado a la altura de tan maravillosos lectores. Ya sé que el contador de visitas sigue subiendo, pero las visitas silenciosas me hacen dudar. Saber que sigues ahí, esperando la continuación de esta historia, me anima muchísimo. Voy a preparar otro capítulo.
    Muchos besos, y gracias por la reprimenda 8))

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  16. Mi querida hermanita, Dayna me gusta especialmente por eso, por su voluntad y su tesón a la hora de conseguir lo que desea. Viajar a su lado me enseña a ser fuerte. La admiro, y la respeto. Y la quiero. Me encanta que también a ti te guste.
    Un beso enorme, María, custodia de mis sonrisas. Sigamos siendo héroes, seamos nuestra propia Dayna, ya sabes que todos los sueños se cumplen, vamos a seguir adelante hasta verlos cumplidos.
    El momento es ahora, recuerda.
    Te quiero mucho, mi niña 8))

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  17. Dinero Y Escritores, sé (sed) bienvenido(s) a Thèramon, gracias por unirte a los compañeros de viaje y acompañarnos en esta aventura, espero que disfrutes tanto como el resto y que dejes huella de tu paso la próxima vez que vengas, eso siempre nos alegra y nos motiva.
    Un abrazo!!

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  18. Querido Luis, no me he olvidado de ti, en esta ocasión mi agradecimiento más sincero es para ti, por tu oído amigo y tus palabras llenas de comprensión y de fuerza, ya no tengo dudas, ya no estoy triste, ya no tengo miedo. Ama y cree, como yo lo hago, y no caigas tampoco tú en el desánimo. Gracias, hermano. Besos!

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  19. Me enorgullece más la felicidad que te he proporcionado que me enorgullecería haber publicado 50 libros de poemas, ser premio Nobel o presidente de los Estados Unidos. A este mundo venimos a amar y a ser amados, no hay nada más importante que un ser humano. Besos, hermana!

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  20. Ajajá, ya estoy aquí después de un fin de semana terrible... ¿me has echado de menos? Seguro que no tanto como yo a ti. Te juro que vi y leí el post el jueves, cuando lo subiste al blog, pero ya te aviśe que enero es un mes liadillo para mí. A lo que vamos. Me encanta esa entrada dedicada a los héroes (y a las heroínas como Dayna, claro); y aunque definitivamente yo no tengo madera de heroína (ni siquiera en sueños) disfruto taaaanto con los héroes y heroínas de Thèramon que incluso me teletransporto y por unos minutos, lo que tardo en devorarme el relato, me veo a mí misma como Dayna (sí, ya sé que tengo que hacérmelo mirar por un especialista, no es normal), pero me consuela saber que hay muchos como yo ahí afuera... ¿a qué sí, a que no me equivoco?

    Pues cuando un lector se ve y se siente en la piel de un personaje de ficción, diría que el autor ha hecho un buen trabajo, más que bueno: excelente. Y como no quiero repetirme más que el ajo, no abundaré en más elogios innecesarios.
    Simplemente diré: QUIERO MÁS, MUCHO, MUCHO, MUCHO MÁS 8)))Lo siento, tropezaste con una lectora insaciable ;-)

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  21. Querida Jules, no te equivocas, somos muchos los que tenemos que hacérnoslo mirar por un especialista 8)
    Yo también aspiro a ser como Dayna, pero me temo que voy a resultar más bien como Vosloora (dentro de unos capítulos sabrás a qué me refiero). Tengo más, mucho más de esta historia para intentar saciar tu apetito.
    Gracias por seguir aquí. Tú especialmente me recuerdas por qué no debo rendirme nunca.
    Besos, mi Jules.

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Viajeros de tierras lejanas, amigos de siempre, vuestra visita nos alegra y vuestra opinión nos ayuda, recordad que cada vez que dejáis huella de vuestro paso, Thèramon crece.

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Por Susana © Registrado por Bea Magaña

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