A falta de una semana para que sea navidad, y a falta de dos para cumplir años, y puedo decir que esta época sigue sin motivarme, y que este año diciembre no ha podido conmigo. Sí, estoy triste a ratos, pero no lo bastante como para desear encerrarme en mi urna de cristal y no mostrar mi rostro al mundo hasta el año que viene. Y eso es alentador. Porque la ilusión y el entusiasmo que mostraba hasta este verano, aunque ya no me desbordan, siguen ahí, latentes, y no he perdido la esperanza, y tampoco la fe. Todos los sueños se cumplen, cuando les llega el momento. Podría parecer que a veces lo olvido, pero no es cierto: lo creo firmemente; sucede que aún soy demasiado impaciente, y quisiera que el futuro fuese mañana, o mejor, hoy mismo. Aún tengo que aprender paciencia. Ninguna meta se alcanza sin esfuerzo y perseverancia.
Y este es mi mensaje navideño para todos mis compañeros de viaje: amad y creed, amad y confiad. El amor es la fuente de toda creación, y los dioses recompensan a los que luchan por lo que aman. Si tenéis un sueño, no perdáis el tiempo lamentando que aún no se haya hecho realidad, luchad por ello, no permitáis que las dudas, la falta de respuestas, las críticas, la distancia, la soledad, los obstáculos o la impaciencia os hagan pensar que ese sueño nunca se verá cumplido. Dejad que la ilusión os llene, que os guíe, disfrutad de lo que tenéis, aunque os parezca poco comparado con lo que desearíais tener, y sed pacientes. Todo tiene su momento. Pedid vuestro deseo, puede ser que en 2012 lo veáis cumplido. Ya queda menos.
Hoy vuelvo a traeros a Dayna, siguiendo la historia que comenzaba con el despertar del N'Ögard en el Desierto de las Ilusiones. El relato de la Mazome va ligado al del ladrón, ambos tienen un viaje por delante, ambos parten casi al mismo tiempo y llegan casi al mismo sitio, pero cada uno vive su propia aventura, y eso es lo que quiero contaros. Tenía que empezar por uno de los dos, y he elegido a Dayna porque hay un sauce en su camino que debéis ver, si queréis comprender qué significa ese sauce en el relato de Vosloora. Pero volveremos pronto con el ladrón, quien tiene en su poder una bola de cristal que posee un gran poder, una Joya Hermosa que muchos querríamos para nosotros, pues ¿qué mejor que el Ojo que Todo lo Ve para mostrarnos el momento en el que se cumplirá nuestro destino?
Que paséis una feliz semana, amigos.
Y si puedo pedir un deseo para estas fiestas, pediré ver vuestros comentarios debajo de este texto. Os recuerdo que vuestra opinión me ayuda muchísimo, y que vuestras palabras siempre me hacen muy feliz.
Gracias por seguir haciendo el viaje a mi lado.
© Bea Magaña. (Reservados todos los derechos)
EL CAMINO ANTES RECORRIDO (I)
"Norte, este y oeste, hasta donde alcanzaba la vista, el paisaje se dibujaba ante sus ojos llorosos bañado por la luz anaranjada de un fatigado Aeblir, el mismo que aquella mañana ocultara su rostro al mundo que las Drin Mazome conocían. Desde el promontorio al que llamaban el Mirador se veían los tres caminos que iban a reunirse muchos metros por debajo de sus pies, en la encrucijada que llevaba el nombre del antiguo guerrero desaparecido. Hacía incontables siglos, aquellas tierras habían sido una vasta llanura, y sobre ella se había librado la mítica batalla en la cual se habían perdido todos sus hombres. Invocada por el poder de la Vara de Cedro, la Madre había protegido a los moradores del Mar de Hierba, creando una barrera infranqueable al abrirse la tierra bajo millares de pies. Los cuatro ejércitos habían sido tragados por la tierra y Drinveld Meara se había salvado de la destrucción, pero los guerreros de las praderas nunca habían regresado al hogar. Ahora nadie podía llegar a Drinveld Meara desde el Paso de Sheim.
Dayna no había vuelto a acercarse al Mirador desde aquella funesta tarde en la que perdieron a dos de sus jóvenes guerreras; la tarde en la que ella había visto llegar a aquel extraño procedente del desierto. Aún le dolía pensar en aquella tarde. Lane, Barb y Ledan, las recordaba bien; la primera había enloquecido, la segunda había muerto, la tercera había alumbrado a un monstruo y había envejecido una década. Lane, Barb y Ledan. Qué jóvenes habían sido, qué llenas de vida y de sueños. Las echaba de menos. Tan sólo Ledan vivía ahora, y también había tenido que despedirse de ella. En Drinveld Meara, sus hermanas estarían preparando la pira funeraria de Lane; a lomos de su yegua, Dayna se alejaba por el camino que no había pisado en un año. Otras habían continuado vigilando los senderos desde entonces, pero Dayna no las había acompañado. Ninguna guerrera vigilaba el Paso de Sheim esa tarde. Dayna miraba a lo lejos desde las alturas, y estaba sola.
El Paso de Sheim. El camino antes recorrido.
Las palabras de la pobre Lane resonaban aún en sus oídos, y el recuerdo de su mirada vacía mantenía los ojos de Dayna anegados. No había desaparecido la angustia de su corazón. La joven guerrera había sobrevivido un año con la ayuda de los dioses, pero no había recuperado el juicio ni siquiera en su lecho de muerte. Y sin embargo sus palabras provocadas por el delirio habían sonado sensatas y apremiantes. Busca al proscrito, había dicho, y Dayna no había necesitado preguntar a quién se refería. Lane también había hablado del futuro, y del horror que se avecinaba. Desearéis estar muertas, había vaticinado; Dayna nunca había sentido tanto miedo como en ese momento.
Había abandonado la aldea a media tarde y había cruzado el Mar de Hierba al galope sobre su yegua zaina, pensando como una niña que si corría conseguiría dejar atrás tanto el miedo como los pensamientos que la atormentaban. Pero éstos le habían dado alcance, raudos como el viento, no habían querido separarse de ella. Y ahora, a medida que se alejaba de su pueblo y de sus hermanas, los recuerdos se iban sumando a los pensamientos que no querían abandonarla.
Sigue el camino antes recorrido.
Encinta y asustada, con tan sólo dieciocho años y el peso de la culpa a sus espaldas, había huido en la noche y no había dudado al tomar el camino que siguieron sus antepasados. No había temido a lo desconocido, ni a los posibles enemigos o peligros que pudiera encontrar a lo largo de su viaje. El Paso de Sheim había sido su mayor aventura. Ahora volvería a cruzarlo siguiendo las órdenes de la misma criatura que la había guiado en el pasado. Pero tenía miedo, porque esta vez no se trataba de una aventura al margen de la Ley de las Drin Mazome. Esta vez, el unicornio no había acudido directamente a ella.
Su corazón dudaba de que existiera alguien capaz de detener al hombre oscuro, quien tenía el poder para hacer desaparecer al mismísimo Aeblir. Temía que no hubiera futuro para ellas. Temía que las Mazome estuvieran condenadas a la extinción.
Sheim había frenado el avance de los tres ejércitos armado con la mítica Vara de Cedro, con su fe y con la ayuda de aquel instrumento bendecido por el poder de los dioses había salvado Drinveld Meara de la aniquilación. Desde entonces las Mazome habían vivido solas, habían aprendido a valerse sin ayuda de los hombres, sabían cazar y luchar, sabían defenderse de sus enemigos, y habían constituido la sociedad que tenían ahora. Algunas pensaban que los hombres capitaneados por Sheim se habían instalado en algún lugar al norte de Samura Dalnu. Algunas predecían el regreso de sus hombres. Algunas juraban no necesitar que éstos volvieran. Ninguna había cruzado el Paso de Sheim para buscarlos.
Ahora, Dayna no era la única que quería confiar en las antiguas profecías. Si Sheim, armado únicamente con la Vara de sus antepasados, había logrado detener el avance de tres ejércitos, sólo él o sus descendientes podrían derrotar al hombre oscuro. Y si ella poseía una ínfima parte de la Magia que había protegido a los suyos durante siglos, encontraría al descendiente de Sheim. No quería dudar sobre esto. Ella había sido elegida mucho tiempo atrás por el amado de los dioses. Viajaba ahora en busca de la esperanza. La hallaría más allá del Paso de Sheim.
Contaba la leyenda que los Drin Madura poseían un tesoro de incalculable valor que todos los habitantes de Samura Dalnu codiciaban. Contaba cómo llegaron los hombres del este, que vivían en fabulosas ciudades rebosantes de oro y que eran conocidos por su fama de ladrones, en busca del tesoro que ansiaban. Contaba cómo los Philias Buster, que se jactaban de haber recorrido en tiempos inmemoriales los mares abordando y saqueando cuantas embarcaciones encontraban a su paso, y que ahora vivían en las playas meridionales del Mörtem Mearae, deseaban hacerse con el tesoro que se escondía en algún lugar de Drinveld Meara. Contaba cómo los hombres del desierto, avanzando desde el oeste, habían llegado con las mismas intenciones de hacerse con el tesoro que todos codiciaban. Los Drin Madura ignoraban qué clase de tesoro era el que custodiaban sin saberlo, pero no iban a entregar sus tierras y sus vidas sin luchar.
Contaba la leyenda que había un hombre llamado Sheim que lideraba a los guerreros del Mar de Hierba. Este hombre salvaje y bravo reunió a todos los hombres de la aldea capaces de empuñar un arma y salió al encuentro de los tres ejércitos de ladrones, armado con la Vara de sus ancestros. La batalla tuvo lugar en los Campos de Wüstenor, y era recordada como la última gran guerra que había sacudido Samura Dalnu, y la más devastadora.
Contaba la leyenda que la tierra se había abierto, tragándose los Campos de Wüstenor, de los que sólo quedaba el recuerdo, y que el camino que llevaba a Drinveld Meara había desaparecido, devorado por un elevado despeñadero imposible de escalar. Las rocas desprendidas por el levantamiento de la tierra que quería formar un monte donde antes existiera llanura y camino habían sepultado a cientos de hombres, y las guerreras habían llorado la pérdida de los suyos protegidas en sus tierras de pronto elevadas. La vasta pradera había quedado aislada, un ancho mar de hierba en lo alto de un monte, con el resto del mundo a sus pies. El Mesagua bañaba ahora una llanura estéril, los restos del Wüstenor, y los caminos se unían al fondo del barranco que era llamado con respeto y tristeza el Paso de Sheim. Al este de Drinveld Meara, una ligera pendiente desnuda llevaba a un riscal, más allá del cual se alzaban las primeras ciudades civilizadas; al oeste, el Mesagua se había retirado, dejando a su paso un barrizal en el que más tarde crecería como por arte de magia el temible Bosque Negro que separaría el Mar de Hierba del desconocido Sàaräni-Erye.
Los ladrones de tesoros no habían vuelto a molestar a las mujeres salvajes. Y en la batalla de los Campos de Wüstenor se perdieron todos los Drin Madura. Desde entonces, se llamaban a sí mismas Drin Mazome, las guerreras solitarias, y no habían vuelto a admitir hombres en su sociedad.
Contaba la leyenda, o acaso era solamente algo que las Drin Mazome querían creer, que Sheim y sus guerreros se habían salvado, que se habían instalado en algún lugar al norte o al oeste de Sàaräni-Erye, y que algún día volverían a su hogar y reclamarían lo que les pertenecía por derecho. Ese día no había llegado nunca. Y las mujeres de la pradera se habían acostumbrado a la ausencia de sus hombres, no habían buscado venganza, no les habían buscado a ellos. Habían aprendido a odiar a todos los hombres. Y Dayna había sido la única que traspasara los límites del barranco.
Las Drin Mazome habían tenido muchos enfrentamientos con los Samurii Männar, a los que no querían ver cerca de sus tierras; sin embargo, no habían vuelto a saber nada de los Philias Buster, así como de los Thâr Darmanii, que habían quedado relegados al olvido después de que el Daro Arborae separase Drinveld Meara del desierto. El valioso y desconocido tesoro que con tanto afán fuese buscado había caído en el olvido. La mítica Vara de Cedro no había sido devuelta a su hogar. Y en su anterior viaje Dayna no había encontrado ninguna pista acerca del paradero de sus antepasados.
Lane le había ordenado buscar a su hijo perdido. ¿Sería aquel niño ilegítimo, el que ella había abandonado a su suerte, el heredero de Sheim, el elegido de los dioses, el que habría de portar la Vara para salvar una vez más a su raza de la aniquilación?
Dayna no sabía dónde buscarle.
La orden procedía del unicornio, y esto sólo podía significar que su hijo estaba vivo. La idea le devolvió la esperanza que había creído perder a cada paso que iba dando.
Seguiría el curso del río, rumbo al norte, como la vez anterior. Bordeando el desierto, seguiría el camino que la vez anterior. El camino antes recorrido. Huyendo de Sàaräni-Erye y de los Thâr Darmanii, dejando el oeste muy lejos, la vista en Boreade Saaru. Evitando la Playa de Buccane y a los Philias Buster, esta vez cruzaría el Mesagua si era necesario, se adentraría en Minroq Dalnu, descubriría qué había más allá. Vencería sus temores, encontraría al proscrito, la profecía se cumpliría.
—Sheim regresará para salvar a su pueblo —dijo en voz baja.
La yegua resopló, como si quisiera mostrarse de acuerdo. Dayna miró hacia abajo. El Paso de Sheim estaba desierto. Y a la luz del sol poniente las aguas del Río de la Sal refulgían a lo lejos. Acarició el pescuezo de su montura. Era hora de partir.
Chasqueó la lengua, y emprendieron el descenso. Lentamente, pues no era un camino sencillo para el animal. Montones de guijarros y rocas pequeñas se deslizaban hacia el fondo del barranco a su paso. El corazón de Dayna latía con fuerza. Los ojos de la yegua miraban llenos de pánico. Le dio unas palmaditas en el pescuezo. Ascender era imposible, descender sólo arriesgado. Había hecho ese tramo embarazada, y lo haría de nuevo. Cuando llegara a la encrucijada no podría volver atrás. Y descubrió sorprendida que la idea la aliviaba."
Creo que el personaje de Dayna va a ser uno de mis preferidos, probablemente, cuando la conozca, será el que más. Conforme leía el relato, lo único que me surgían eran preguntas, y la romantica que hay en mi ya se estaba imaginando ese primer encuentro entre Dayna y el proscrito, el heredero de Sheim. No sé por qué, pero mi cabeza ha creado un corto animado mientras leía el relato, que ya quisiera Peter Jackson.
ResponderEliminarEso es lo que me gusta de tu forma de escribir, que de las palabras a las imágenes sólo hay velo!!!
Besos!!!
Leyendo a Homero me di cuenta de que la épica es aislante, atomizadora, individualizadora, diseccionadora, esa impresión se siente muy clara también en De Dragones y Unicornios. Uno, cuando te lee, puede aislar dentro de sí sus propios arquetipos, sus propios impulsos internos para reorganizar sus sentimientos y, de manera inconsciente, regenerar su vitalidad.
ResponderEliminarTus letras son épica auténtica, además de pura diversión. Sería una experiencia leer un poema tuyo, porque la lírica, al contrario que la épica, no separa los opuestos con tanta rotundidad. Expresando esa tristeza que tienes a veces, podrías, con tu capacidad verbal y sugestiva, emocionar de veras.
Como siempre, este fragmento, sublime y sugerente.
Besos, Bea :)
Mi querida María, echaba mucho de menos tus comentarios. Espero que Dayna esté a la altura de tus expectativas, lo cierto es que al principio de su viaje no parece demasiado interesante, pero poco a poco va cobrando protagonismo y se convierte en un personaje muy valioso para esta historia.
ResponderEliminarA lo largo del relato se irán respondiendo tus preguntas, eso creo. Pero si tienes alguna duda, sólo has de dejarla por aquí y, si la respuesta no está escrita aún, hablaré con mis Musas para que hagan bien su trabajo.
Muchos besos, mi niña!!
Querido Luis, sugerente, tal vez, sublime... no, este capítulo no me lo parece demasiado, pero mejora con el paso de las páginas. Ya sabes lo que siempre digo: todos los comienzos son difíciles. Y la descripción de los lugares y de los paisajes aún me cuesta a veces, así que espero no decepcionarte con el siguiente capítulo, que es el que más me está costando reescribir, y volver a emocionarte con los que le siguen.
ResponderEliminarGracias por dejar tu opinión. Me haces muy feliz, y me animas muchísimo, ya lo sabes.
La poesía te la dejo a ti. Eso sí que no es lo mío 8)
Besos!
Bueno, bueno, bueno... habrá que felicitar a las Musas o a quienquiera que haya inspirado este relato. Magia, poesía, talento, emoción... Diosssss, es ESPLÉNDIDO, cada día tengo más ganas de leer, y estoy de acuerdo con María, creo que empiezo a amar a Dayna, a sentirme parte de su vida, de su historia... Menudo personaje; ahora entiendo a lo que te referías con lo de las mujeres guerreras... Son maravillosas y sus historias tienen el poder de estremecernos, de arrancarnos tan pronto una sonrisa como un sollozo ahogado. Me gusta, me gusta, me gusta. Si tuviera que regalar algo estas Navidades, regalaría este relato. Sigue así, mi niña, no desmayes, no temas, no sufras... estás en el mejor camino y pisas fuerte, ¡digo si pisas fuerte! Yo estoy aquí, pendiente de cada palabra. Avisa cuando toca el próximo.
ResponderEliminar¡Me ha encantado!! Igual que todo lo que escribes... ¡Es tan intenso! Me gusta mucho Dyna, la veo una mujer fuerte y vigorosa, con cantidad de cosas para contar y hacernos vibrar. ¡Así que quiero más!!! ¡Mucho más!!!
ResponderEliminarTe envío un bedo enorme y un gran abrazo y muchas sonrisas.
¡Guapa!