¡Cuántos días desde el último capítulo! ¿Recuerdas dónde dejamos a Silenia? ¿Todavía te interesa conocer esa parte de la historia? No sé si te está gustando tanto como las anteriores, pero te recuerdo que nos llevará de nuevo hasta Dayna y Vosloora.
Todavía no he subido la continuación de ese capítulo y ya estoy preparando el siguiente. Me estoy tomando en serio lo de dejar atrás la tristeza y la desidia, de nuevo quiero escribir, quiero hacer muchas cosas; y, de pronto, se me acumula la faena. Tengo que pasar al ordenador los capítulos siguientes, que continúan en su cuaderno original, tengo que reescribir diez páginas de Criatura de Fuego, Criatura de Luz, y hay una corrección que quiero terminar antes de ponerme a escribir como si no hubiera nada más en el mundo. Y pasan los días y parece que me he olvidado de ti, de este blog, de que sigues ahí, esperando a que diga algo nuevo.
Pues tengo algo nuevo que decir.
Ya sabes que hay cuatro Historias de Thèramon en activo. Las cuatro empezadas, algunas muy avanzadas y otras apenas empezando a definirse. Ninguna terminada. Parece que este año no va a ser el de la publicación, no en lo que a Thèramon se refiere, a menos que en las próximas semanas me invada la fiebre creadora y consiga lo que solamente he logrado en una ocasión: terminar una novela en menos de un mes. No, creo que Thèramon es demasiado complejo, creo que necesitaría al menos dos meses (mode optimista on), eso si escribiera poseída por esa fiebre que ahora mismo no es más que un recuerdo muy agradable. Cuatro historias en la cabeza, y las cuatro me hablan, unas en susurros y otras a gritos.
Durante todo este tiempo, mientras avanzaba a rastras y a ciegas, luchando contra la Oscuridad que pretendía apoderarse de mi alma, enferma como Vosloora y terca como Dayna, tenía dos excusas para no sentarme a escribir. Una era pensar que no iba a ser capaz de hilar dos frases coherentes, no puedo, no puedo escribir, no puedo compartir nada hermoso con el resto del mundo porque no hay nada hermoso en mi mundo en estos momentos; no soy buena, no puedo hacer aquello para lo que he nacido, aquello que necesito más que el aire, incluso más que el amor del que me alimento y sin el cual no puedo vivir. La otra era la incapacidad para tomar una decisión; ¿cuál de las cuatro historias quiero continuar narrando? ¿Cuál es la que me va a resultar menos dolorosa? La pregunta estaba mal formulada, por supuesto. La pregunta que me hice hace un par de semanas fue: ¿cuál de todas ellas es la que quiero conocer?
¿De cuál quiero conocer el final?
Ya he tomado esa decisión. Voy a retomar la historia con la que comencé este blog. Criatura de Fuego, Criatura de Luz.
Y ha sido decidirme, y la Musa ha empezado a mostrarme imágenes, como si estuviera ansiosa, más aún que yo, por ponerse con esa historia. Lo primero ha sido releer lo que llevo escrito. Lo segundo, descubrir que es bueno, más de lo que recordaba. Entonces volvieron las dudas: dioses, es tan bueno que no voy a ser capaz de superarlo. Eso es lo que suelo pensar cuando leo algún libro que me llega al corazón, que me encanta y me traumatiza porque ¿cómo voy a ser capaz de superar eso? Pero las dudas duraron poco. Porque enseguida recordé que eso tan bueno lo había escrito yo, yo misma. No tengo que superarme a mí misma, no tengo que competir en estilo o en imaginación conmigo misma, lo único que tengo que hacer es coger el hilo y seguir escribiendo donde lo dejé.
Y en cuanto las dudas fueron derrotadas, el capítulo que tantos problemas me estaba dando se resolvió por sí solo en mi cabeza. Ya sé cómo tengo que contarlo. Ya sé cómo sigue la historia. Ahora sólo tengo que contarla. Es cuestión de días que me ponga con ella, primero quiero terminar de corregir, no quiero tener asuntos pendientes en mi bandeja de entrada, quiero centrarme en mi novela, quiero verla terminada.
Espero que eso te alegre.
El momento ha llegado. Ahora sí estoy preparada. Voy en busca de mi destino.
Igual que Silenia.
¿Recuerdas dónde la dejé?
"La Magia de la Música
era poderosa, se dejó llevar por esas notas, caminó, descendió,
trastabilló, sintió el suelo cambiar bajo sus pies, hizo frente a
su temor, buscó la puerta de salida.
No dudaba de que esa
puerta existía."
Bien, pues aquí tienes el resto del capítulo. Espero que lo disfrutes.
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© Bea Magaña.
(Reservados todos los derechos)
SOMBRAS Y NOTAS (II)
"El camino se volvió de
piedra y las paredes perdieron su uniformidad. Rocas de todos los
tamaños y formas se amontonaban unas sobre otras conformando ya no
un túnel, sino una cueva. La tierra del suelo era oscura y en
algunos tramos húmeda y limosa, y el eco devolvía los sonidos
deformados haciéndoles ver fantasmas a su alrededor.
Avanzaban muy despacio;
las velas se consumían. Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo
había transcurrido desde que decidieran apartar el tapiz y abrir la
puerta secreta. No querían rendirse.
—¿Crees que seguimos
en las mazmorras? —se atrevió a preguntar Silenia tiempo después,
su voz convertida en un susurro que a Eugene no le costó ningún
esfuerzo escuchar. Tenía la impresión de hallarse muy por debajo de
la ciudad, más aún, pensaba que ya ni siquiera se encontraban bajo
las calles de Räel Polita, sino que habían dejado ésta atrás y
sobre sus cabezas había campo y hierba, acaso un riachuelo. La
Música hablaba de agua y de soledad.
Eugene sacudió la
cabeza.
—Cualquiera perdería
el sentido de la orientación aquí dentro —susurró a su vez—.
Creo que hemos estado descendiendo durante un buen trecho. Mira las
paredes, esto ya no es el Laberinto Subterráneo, esto es otra cosa.
Se detuvieron, y
Silenia alzó la vela para iluminar el túnel. El techo de la cueva
estaba húmedo, las paredes de roca lloraban y se formaban charcos
oscuros en el suelo que hacían que sus zapatos se mancharan de lodo.
Räel Polita era una
ciudad pacífica; si eran ciertas las historias de ladrones y
asesinos que vivían en la Sección Angor, éstos nunca eran
apresados, o bien recibían un castigo rápido como la muerte o bien
eran condenados al destierro; las mazmorras llevaban decenios vacías,
sus únicos moradores eran las ratas y las arañas, y no quedaban
restos de los últimos asesinos que habían hallado la muerte
encadenados a las paredes de piedra. El olor que se respiraba era un
tufo antiguo y húmedo, pero no se percibía el hedor de la
descomposición que los dos hermanos habían imaginado.
Pero las mazmorras
habían quedado atrás. Silenia ignoraba cuándo habían cruzado la
puerta que les había llevado a otra zona de los pasadizos que
discurría por debajo de un mundo que nunca habían visitado, y que
ya no eran las calles de Räel Polita. Eugene tenía razón, aquella
gruta era otra cosa. Y ella pensaba que el agua oscura que se
filtraba por el techo y chorreaba por las paredes de roca procedía
del foso que se encontraba por encima de ellos. Eso pensaba, si bien
no estaba segura y por esa razón no quiso decir nada.
Las dos llamitas no eran
luz suficiente para disipar las sombras. Eugene temía llegar a
perderse en aquel mundo subterráneo y no saber regresar. Silenia no
tenía miedo; para volver al castillo sólo tenían que dar media
vuelta y desandar el camino en línea recta y ascendente, atravesar
de nuevo las mazmorras y recorrer los pasillos que ya conocían hasta
llegar a la escalinata de piedra. Apretó la mano de su mellizo para
infundirle confianza y continuaron avanzando. Ella sabía algo que
Eugene desconocía. Sabía que la Música les ayudaría a no
perderse.
Mucho más adelante, las
paredes de la cueva se fueron estrechando hasta conformar un pasillo
por el que solo podían avanzar de uno en uno. Eugene agachó la
cabeza y abrió la marcha, y no fue hasta que se arrodilló sobre el
suelo de tierra reseca que comprendió que el techo se había
encogido. Gateó a lo largo de un conducto demasiado estrecho para un
adulto pero suficiente para dos niños de su estatura y complexión,
hasta que la sensación de claustrofobia se hizo excesiva para él y
le obligó a a detenerse.
—Creo que deberíamos
dar la vuelta —dijo, preocupado e inquieto; apenas tenía espacio
para girar la cabeza hacia su hermana, que se había detenido detrás
de él—. Esto no parece llevar a ninguna parte, y si continúa
estrechándose nos quedaremos atascados aquí abajo y nadie nos
encontrará nunca.
Silenia oía la Música
que sonaba desde el final de ese pasillo. Las notas que hablaban de
libertad y de aire fresco la animaban a seguir. Estaba en el camino
correcto. No iba a rendirse.
—Adelante, Eugene —le
ordenó—. No importa a dónde nos lleve este pequeño túnel, ha de
tener una salida y quiero llegar hasta ella. Sólo si salimos
podremos volver a entrar y desandar el camino. No tengo ninguna
intención de retroceder gateando de espaldas. Sigue, hermano mío,
la salida no puede estar lejos.
Eugene no se atrevió a
replicar. Gateó durante varios metros más y cuando quiso darse
cuenta ya no estaba dentro de un conducto bajo y estrecho, sino en
una sala de piedra redonda y amplia que parecía marcar el final de
su aventura. Se puso de pie, iluminó la pared en cuya base había un
agujero como de chimenea por el que él había salido, y vio aparecer
la cabeza de su hermana. Silenia sonreía. La ayudó a incorporarse y
después alzó la vela para reconocer el terreno. Se le escapó una
exclamación de sorpresa e indignación.
—¿Cómo es posible,
por todos los dioses? —preguntó, contrariado—. ¿Esto es todo?
Hemos llegado hasta aquí en línea recta por pasadizos oscuros y
húmedos, manchándonos de barro hasta las cejas, ¿y todo para nada?
¡Esto no conduce a ninguna parte! ¡Es un callejón sin salida!
Aquella estancia que
parecía la entrada de alguna gruta era un muro abovedado, roca sobre
roca y oscuridad intensa. El techo tenía una altura de dos metros, y
había espacio suficiente para albergar a diez personas adultas. Pero
no llevaba a ninguna parte, como había dicho Eugene. Ninguna grieta
a la vista, ninguna puerta oculta en la pared, el mismo suelo de
tierra sin remover que habían tocado con las palmas al avanzar a
gatas. Ni una corriente de aire, ni un reguero de agua que les
mostrara indicios del exterior. Estaban encerrados bajo tierra. Su
excursión había sido en vano.
Eugene pateaba el suelo
y golpeaba las paredes, descargando así su frustración. Silenia le
ordenó guardar silencio. Miró la pared de roca, la recorrió con
las manos abiertas, pegó el oído. Tanta era su concentración, y
tan segura parecía de poder descubrir algo, que Eugene se limitó a
observar sus movimientos sin decir una sola palabra. La princesa
cerró los ojos y escuchó. Notas lejanas, notas más fuertes, notas
de una música que conocía: aire fresco, verde y agua, una canción
de vida y libertad. Y venía de la pared, del otro lado del muro de
piedra.
—¿Qué oyes? —le
preguntó a su hermano, y a él le pareció de pronto misteriosa y
fantasmagórica—. ¿Qué ves?
El muchacho miró en
derredor.
—Silencio y oscuridad
—respondió, desanimado—. Hemos hecho un largo camino entre
sombras más negras que la misma noche buscando algo que sólo existe
en nuestra imaginación. Seguramente nos hemos perdido y nadie sabe
que estamos aquí. Lamento haberte metido en este lío.
Silenia le miró con
sorpresa.
—¿Cómo?
—Yo te dije lo de las
puertas —dijo Eugene, consternado—. Me creíste y bajaste aquí
conmigo. Lo lamento, hermana, me equivoqué.
Silenia volvió a mirar
la pared. ¿Era posible que Eugene no lo viera?
—No te preocupes,
Gene, ha sido una aventura estupenda —dijo, mordiéndose la lengua
para no decir nada que pudiera delatarla—. Seguramente hay otras
puertas y no las hemos visto. Regresemos.
Miró por última vez la
pared y reprimió una sonrisa. Se sorprendía de no haberla visto al
principio. Era maciza, ancha, baja, de hierro tan vetusto que se
había confundido con la roca, y seguramente llevaba siglos sin ser
abierta, pero era real, y estaba allí, como había supuesto, como
había deseado. Estaba allí, delante de ellos, y Eugene no podía
verla. Le habría gustado mostrársela a su hermano, compartir con él
la gloria del hallazgo, pero decidió callar. Si Eugene no sabía
que existía una salida, no pensaría que ella pretendía utilizarla.
—¿Y si nos hemos
perdido? —protestó Eugene con un poco de temor. No por él mismo,
sino por haber llevado a Silenia hasta allí.
La niña sonrió. No se
habían perdido. La música que la había guiado a través de los
túneles oscuros les devolvería al castillo, no tenía ninguna duda
y ningún temor.
—Confía, Eugene, si
hemos sabido llegar hasta aquí, sabremos regresar.
Hicieron el camino de
vuelta cogidos de la mano.
La siguiente vez que
Silenia llegó hasta la puerta secreta, lo hizo sola.
Era de día la primera
vez que abrió la puerta. Aeblir bañaba con su luz los arbustos
vacíos de flores y calentaba las aguas oscuras del foso. La música
que la había llevado hasta allí se dejaba oir con mayor intensidad
al abrir la puerta. Había encontrado el modo de salir. Esperaría el
momento para hacerlo.
La primera vez que cruzó
la puerta la recibió la plateada luz de la luna, el rumor de las
aguas del foso y el canto de los grillos que se preparaban para
afrontar el invierno.
Habían transcurrido
diez meses desde que Ariiama le revelara su nombre."
Me alegro mucho, porque yo tambien quiero conocer el final de la historia de todas tus historias porque me encantan!!!!! Asi que espero fervientemente que tengas ese afan creador del que estas hablando!!!!!
ResponderEliminarMe alegra no sabes cuanto q tu cabeza este repleta de ideas.Animo mi niña pronto esas ideas tomaran forma y estoy segura de que se convertiran en historias maravillosas.Te quiero
ResponderEliminarSara
Gracias, Ana, si supieras las ganas que tengo de sufrir esa fiebre para poder seguir leyendo...
ResponderEliminarGracias, Sara, te digo lo mismo que a Ana. Estoy deseando recuperar el ritmo que tú conociste...
ResponderEliminar¡Gran historia! Ya tenía ganas de saber un poquito más de Thèramon... ¡Qué bien que vuelvas a escribir con la misma ilusión que antes! ¡Y quiero más, mucho más! BESOS GUAPA
ResponderEliminarTendrás más, querida Pat. He vuelto, y esta vez para quedarme. Espero que eso te alegre. Empiezo a notar de nuevo ese entusiasmo que me hace sentir viva, que me hace capaz de crear historias que lleguen al corazón de los lectores.
EliminarGracias por seguir viniendo y por dejarme tus palabras, mi niña. Tu apoyo y tu compañía están siendo vitales para Thèramon. TQM