La Magia de la Música y
del Corazón.
Qué cursi suena ahora,
diez años después de haber conocido a Ariiama y a los Dragones
Cisne. Más que a fantasía épica seria, suena a película de
Disney.
Pero cuanto más crece
Thèramon, más comprendo que ésa es la clase de Magia que mueve
este mundo. Pues todo empezó con un instrumento musical,
Lummenii-a-Llaut, el Arpa de Luz que Eshor le regaló a Ariiama
cuando ambos eran dos addimantol que vivían y se amaban en Wad Ras,
Miussaura, una de las Joyas Hermosas que se convirtieron en leyenda
con el transcurrir de las Eras, y una de las pocas que aún existe,
aunque nadie sabe dónde se encuentra escondida.
Bien, nosotros lo
sabemos: no habéis leído el capítulo en el que la Dama de la
Fuente le regala esa joya a Silenia, pero hace poco yo os lo he
contado en un breve resumen.
Ariiama le habla a
Silenia de la Magia de la Música y le dice que escuche siempre con
los oídos del corazón, porque sólo de esa forma conocerá la Magia
que poseen los Ilohiim, la misma que la condujo a los Prados de las
Fuentes Cristalinas la primera vez, el día en que cumplió siete
años.
Y durante mucho tiempo la
pequeña princesa escucha, y aprende, aunque no acabe de entender lo
que oye o lo que ve. Cree, que es lo que importa. Cree en las
palabras de la Dama de la Fuente. Y promete visitar a los Dragones
Plateados, aunque sabe lo difícil que le va a resultar cumplir su
promesa.
Pero su voluntad es
grande, así como su determinación.
Y por eso hoy la
encontramos iniciando su aventura, convencida de que hallará lo que
está buscando en el lugar más inverosímil: el Laberinto
Subterráneo que discurre bajo las calles de Räel Polita.
¿Os animáis a
acompañarla en su viaje?
© Bea Magaña.
(Reservados todos los derechos)
SOMBRAS Y NOTAS (I)
"Aquello daba bastante
miedo, ésa era la verdad, pero ninguno se atrevió a decirlo en voz
alta; cada uno tenía sus propios motivos para no echarse atrás.
Silenia no quería dar media vuelta mientras existiera una mínima
posibilidad de hallar una salida, y Eugene no estaba dispuesto a
admitir que no poseía el valor suficiente para acompañar y proteger
a su hermana en cualquier momento y situación. De modo que
continuaron avanzando cogidos de la mano, intentando mirar a todas
partes al mismo tiempo, mientras la oscuridad se hacía más densa a
su alrededor y el eco de sus pisadas se volvía siniestro y
amenazador. Estaban juntos, y eso les hacía sentirse valientes.
Habían accedido al
Laberinto Subterráneo por una puerta secreta que Cornell no les
había mostrado nunca. La habían descubierto por casualidad dos años
atrás, oculta detrás de un tapiz descolorido que colgaba de la
pared de una de las habitaciones del segundo piso que nadie utilizaba
y en la que se les permitía jugar siempre que quisieran. Cientos de
peldaños y la más absoluta oscuridad terminaban en un pasadizo
húmedo que conducía a una zona del Laberinto Subterráneo por la
que su padre nunca les había llevado, y muchas veces habían bajado
a explorarla, pensando que no acabarían llegando a ninguno de los
otros castillos, y por lo tanto no serían descubiertos. En sus
expediciones habían encontrado un camino que habían memorizado y
que terminaba en una puerta de hierro oxidado más allá de la cual
no se habían atrevido a seguir. La oscuridad, la humedad y la
atmósfera viciada les hacía suponer que las mazmorras debían
encontrarse al otro lado de la vieja puerta, y esa idea siempre les
había frenado.
Esa mañana, burlando la
vigilancia de sus preceptores, habían bajado por las vetustas y
empinadas escaleras y se habían adentrado de nuevo por el pasadizo,
provistos de velas y armados con un estilete de entrenamiento que
Cornell le había regalado a Eugene por su último cumpleaños. Era
ésta un arma de plata, como todas las cosas bellas de la ciudad,
afilada y brillante, con una empuñadura sencilla y ligera, que no
sería de gran utilidad a la hora de luchar contra fantasmas o contra
criaturas de la oscuridad que reinaba en el Laberinto Subterráneo,
pero ambos se sentían más seguros sabiendo que Eugene la llevaba y
que tenía el valor suficiente para usarla en caso de peligro. Pues
aunque era sólo un niño, tenía alma de guerrero, y habría muerto
por defender a su hermana. Eso era suficiente para que Silenia
olvidara su miedo.
Al principio habían
iluminado su camino con una vela que la princesa portaba, pero pronto
hubieron de encender otra, pues las sombras eran impenetrables más
allá de la vieja puerta. A medida que avanzaban, el aire se notaba
más enrarecido, haciendo comprender a los niños que no existían
aberturas o respiraderos en ninguna parte. Las mazmorras debían
estar vacías, nadie podía sobrevivir en un lugar sin ventilación.
Silenia pensaba que las velas se mantenían encendidas porque ellos
dos lo deseaban con todas sus fuerzas.
El Laberinto Subterráneo
era obra de los hombres, piedra a piedra había sido construido bajo
las calles de la ciudad, cada pared era igual a la anterior y el
suelo estaba enlosado; ni una sola antorcha iluminaba los múltiples
pasillos que llevaban a cualquier rincón de Räel Polita ni existían
indicadores que guiaran a los exploradores. Solamente los reyes
conocían los pasadizos a la perfección, pues los habían utilizado
con frecuencia a lo largo de todo su reinado. Los dos hermanos se
dejaban guiar por su intuición, y no sabían a dónde irían a
parar. Después de traspasar la puerta oxidada que conducía a las
mazmorras, empezaron a pensar que los hombres no se habían encargado
de levantar mas galerías, que habían dejado que siguieran
construyendo demonios u otras criaturas que no habían visto jamás
la luz del sol. El suelo era allí de tierra, y las paredes antes
lisas perdían en los calabozos su uniformidad. El olor era pesado,
oscuro y muerto.
Y había algo más.
—¿Oyes eso? —preguntó
Silenia, intrigada, deteniendo su avance y mirando a su hermano a la
luz de las velas.
Eugene la miró, el ceño
fruncido y el oído atento.
—¿El qué? —preguntó
después, porque no había ningún sonido, sólo el leve eco de sus
pisadas cuando caminaban.
Silenia sacudió la
cabeza. ¿Eugene no lo oía? Era algo extraño y en cierto modo
tranquilizador. Hacía un rato que sus oídos se habían acostumbrado
a ese sonido, al que no había prestado atención hasta ese momento.
Si Eugene no lo oía, podía ser que la niña se lo hubiera
imaginado. Pero no lo creía. Lo que oía era algo parecido a música.
—El silencio —se
decidió a decir—. Sólo se oye el silencio. Nadie ha estado aquí
abajo desde hace muchos años.
—¿Estás asustada?
—No —dijo Silenia
con decisión—. ¿Y tú?
—No —respondió
Eugene.
Ambos lo estaban. Ambos
lo negaban. Si estaban juntos, no temerían a la oscuridad. Seguirían
adelante, como intrépidos aventureros.
Silenia podía oir el
ruido apagado de sus pasos, su respiración, los latidos de su
corazón. El silencio tenía peso. Pero existía cierta musicalidad
en ese silencio, y la princesa se concentró en ella y siguió
caminando en línea recta, escuchando las tristes notas que hablaban
de dolor y de abandono, de remordimientos y de rabia, y también de
esperanza. Eugene no podía oir la música de las mazmorras, pero
Silenia escuchó y la siguió. La Magia de la Música era poderosa,
se dejó llevar por esas notas, caminó, descendió, trastabilló,
sintió el suelo cambiar bajo sus pies, hizo frente a su temor, buscó
la puerta de salida.
No dudaba de que esa
puerta existía."
Mí niña,escucha la música y dejaté guiar.Sé que sabes que esa puerta existe y detrás estan tus sueños esperando ser cumplidos.Ama y cree.Yo confio en tí.TQ
ResponderEliminarSARA
Como tu dices siempre Bea: ¡Ama y cree! Los acordes pueden guiarte, pero siempre es tu corazón el que encuentra la luz, ¡ya lo verás!!! Me encanta cómo escribes, así que no te detengas, ¡todo llega!!! ¡Mil besos!!!
ResponderEliminarLas musas vuelven poco a poco y con más magia que nunca. Estoy encantada de leerte otra vez, de ver que has vuelto.
ResponderEliminarMe quedo sobre todo con el último párrafo... las últimas palabras: hizo frente a su temor, buscó la puerta de salida. :)
La puerta, muchas veces, está en nuestro interior, cuesta abrirla y salir al mundo, pero es el único camino para recuperar el aire y la luz.
Sigue así, y no pienses que las ausencias son por motivadas por ti, incluso en esas pausas estás dentro del corazón de los que te quieren. TQM.
Millones de besos!!!!
Es una lástima no disponer de más tiempo para leerte más y con más calma. Admiro tu imaginación, ya te lo he dicho muchas veces y sigo reconociéndolo.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestras palabras, por vuestro apoyo y por seguir haciendo el viaje conmigo. Vosotros habéis conseguido que Thèramon siga con vida durante estos meses tan oscuros.
ResponderEliminarOcéanos de amor!!